octubre 30, 2006

FIN DE SEMANA FUGÁZ...

Un fin de semana muy distinto a los demás. El sábado por la tarde jugamos contra búhos del Campo Verde. No imaginaba ni por mucho lo que sucedería a continuación. El partido comenzó un poco tarde, los árbitros: René Saldaña, el piraña y compañía, los mismos de siempre. Culeros, ojetes, hijos de la chingada, favorititas y demás adjetivos que se puedan utilizar para tal circunstancia. El primer y segundo cuarto salió todo muy bien, los nervios nos hicieron cometer algunos errores, no obstante, en el tercer y cuarto cuarto, los árbitros fueron pieza clave, pues al marcar a favor de búhos, echaron a perder todo el trabajo detrás de mi equipo. En fin, así es esto del abarrote, a veces se vende y a veces no.

Después del partido me fui caminando con rumbo desconocido, la frustración me hizo presa y en verdad que quería romper algunas cabezas para desahogar furias pasadas. Sin embargo, no me fui solo, fueron por mí y elegimos caminar por la Sevilla del Río hasta llegar a la farmacia Zapotlán para de ahí partir a lo que sería una larga noche llena de emociones y carnalidad consumadas.

Al siguiente día, hoy domingo, desde las dos de la tarde nos fuimos a comer a la Feria de todos Santos, la cual está en La Estancia. Nada nuevo, sólo borrachos y muchas pieles para degustar. Toda la tarde fue de caminar por los pasillos, chachareando, comiendo, observando, soñando. Después de la feria nos fuimos a la central de los rojos, pero hicimos escala en el mercado Soriana, yo no había ido y me pasé la tarde rondando por sus pasillos. En la parte de la cremería me encontré con un par de vacas locas que traían todo un espectáculo, jajajaja, que curado estuvo. Ahora a la central, la despedida y a casa. Con el maldito cambio de horario me he sacado un poco de balance pero ya me recupero. De ahí en adelante la tarde fue hogareña y de weba total. Ahora a descansar.

octubre 27, 2006

LO QUE NO DEBE SUCEDER A DIARIO SUCEDIÓ HOY

En estas noches de frío, tu olvido me hace testigo de sombras lejanas, derrotadas, llenas de tristeza, destrozadas, iracundas, como esperando un suspiro, el último suspiro antes de la muerte.

Esas sombras danzan a mi alrededor con cadencia desquiciante, coléricas golpean el suelo de madera, zapatean al compás de un danzón. Cada que pueden me hacen participe de tristezas y sombras lejanas. Sucumben ante mi infranqueable condición de derrota, abordan el velero y zarpan lejos de mí.

A lo lejos, en el horizonte reconozco una silueta tenue, como fantasmagórica, camina hacia mis aposentos. Derrumba la puerta y se posiciona a un lado de mi cama, toma mi mano, se inclina hacia mí y me susurra unas palabras al oído.

–te odio, nunca antes había sentido tanto odio hacia una persona como hacia ti. Más no te culpo, es el precio a pagar por amarme tanto y al final desenmascarar mi amargura-.

Acto seguido, me levanto estrepitosamente y con el gran muelle de acero queriendo salir huyendo de mi triste pecho, el sudor frío me recuerda aquellas noches de ansiedad desmedida, el no poder hilar ideas por unos minutos me pone en situación de medicarme para apaciguar los corceles de mi existencia. Esas palabras no cesan, son como un infinito bucle en mi mente, quisiera reventarla a golpes, expulsarlas de mi sentir.

Tomo un cuchillo y comienzo a quitarme la piel de entre los ojos, no quiero tener nada que empañe mi visión cuando te vea. Después sigue el pecho, entierro profundo y consigo llegar al marchito corazón. Ahí, en el rincón más profundo se encuentra tatuado tu maldito nombre. Raspo con todas mis fuerzas restantes y no consigo borrarlo.

Mi condena es vivir este vacío y esta torturante agonía, tejer mi existencia a la tuya y no poder encontrar el hilo central para cortarlo y destetarme así de tu prisión.

Algunas veces como hoy, caigo en esta incoherencia al querer escribir líneas para exorcizar mis demonios interiores. Hoy no es la excepción, sin embargo creo que algún día podré hacerlo y al fin seré liberado tanta mierda contenida en este gran inodoro que es la vida. La ira me invade y no encuentro mejor manera que escribir compulsivamente, a paso endemoniado, las letras van saliendo de mi endemoniado cerebro, mis manos no pueden presionar las teclas a la velocidad que son hiladas y me desespero, esta sensación es casi idéntica la experimentada por una existencia atormentada por las angustias del diario devenir.

Al borde de las lágrimas veo pasar en mi mente las imágenes de todo lo que me rodea, siento que no puedo ir al mismo paso, se me escapa de entre los dedos, los planes concebidos y jamás ejecutados me hacen acto de persecución y no me dejan en paz. Las personas que siguen mi existencia de cerca y por ende les toca algo de mi pastel, se atormentan con mis actos, no puedo evitarlo, es casi una patología.

Hoy por ejemplo, una maestra se tomó la libertad de cambiar abruptamente un examen para el martes, me sentí frustrado, capi en cuenta una vez más de mi inútil presencia en este circo tenebroso. Toda una tarde sin nada que hacer, o mejor dicho, no emplear mi tiempo en nada me llena de una sensación de ansiedad y carcome mis ganas de vivir. Ese tiempo quisiera poder no sentirme así.

Ahora me detengo y leo lo que he escrito y me doy cuenta de la carencia de coherencia, sintaxis y demás cuestiones de estilo y forma, pero qué importa, es lo que sale y me revienta las viseras, no lo puedo corregir, tendría que domar al potro salvaje y arrancarle la libertad, sería cometer suicidio volitivo. Es arrancarle las alas a un ave y dejarla a merced de las hormigas en el suelo. Maldita sea mil veces esta tan trillada vida, tan llena de todo y carente de sentido. No puedo desviar mi mente. Imagínenme, sentado tras el cristal ionizado, poseído por el deseo de ser algo, de no pasar este tiempo así, queriendo llegar a un lugar que ni conozco ni conoceré, que tonto soy.

Será mejor tomar un baño y dormir para no tener ya más conciencia de esta maldita vacuidad que me llena de odio.

octubre 26, 2006

NO ME GUSTA...


No me gusta cuando mi nariz
está lejos de tu fragancia
ni esperar tu llegada
en tardes solitarias.

No me gusta aburrirme
del silencio cuando me faltas
ni soñar con atardeceres
cuando carezco de tu mirada.

No me gusta el sonido de la puerta
cada vez que tu te marchas
ni necesitar de ti un beso
y esperar hasta mañana.

En cambio me gusta como dejas
tu reloj al borde de mi cama
y te olvidas del tiempo
cuando entras a mi casa.

Me gustan tus besos tiernos
cuando te acuestas a mi lado
y me amas en silencio
sin decir ya más palabras.

Me gusta aquella comodidad
de tu vientre ondulando despacio
después que nuestros cuerpos
el uno al otro se han agotado.

Me gusta el calor materno
que se mantiene entre mis sábanas
y acompaña mi soledad
aún cuando te levantas.

Me gusta tu valentía femenina
cuando huyes conmigo asombrada
y te dejas guiar sin temores
convencida de nuestra magia.

Y por sobre todas las cosas me gustas tú
cuando así sin avisarme siquiera
te me vuelves mariposa repentina
que en mis manos descansa sus alas.

octubre 25, 2006

AL MORIR NO ME MATEN...

Al morir quisiera me llevasen
a territorios muy lejanos,
donde el viento nunca antes
mis pensamientos haya descifrado

donde nadie sabe de mi
en algun lugar ignorado,
donde nadie nunca supo
de este fuego en mi pecho agitado

que le den a mi cuerpo descanso
en paisajes que jamás conocí,
que me lleven dormido sobre el mar
donde mis pies no alcanzaron a ir

no quisiera que aquellas personas
que en vida amé y me amaron,
vengan a derramarme lágrimas
sobre un triste sepulcro blanco.

no quisiera que al leer mi nombre
con lástima esculpido en el mármol,
me recuerden en desgracia atrapado
en la tierra como un pobre árbol

quisiera mejor reposar tranquilo
más allá de de sus tristes llantos,
que no me vengan a dejar nunca
hermosas flores y desencantos

que cuando piensen en mi
recuerden solo mis palabras y abrazos,
que sueñen mi vida en sus mentes
cuando yo ya no esté a su lado

que pueda ser que entonces
no necesite el aire para ser humano,
pero que en el recuerdo de repente
me sorprendan aún respirando

que en mi ausencia aun sepan creer
que no es cierto que los he abandonado,
que quizás solo vivo otro tiempo
que la muerte no me ha matado

que permanezco más vivo que nunca
en sus sueños como un bien ganado,
hasta aquel dia por mi esperado
en que volveremos a encontrarnos.

octubre 24, 2006

EXTRA, EXTRA ¡¡¡¡¡

Al parecer el largo recorrido sirvió para romper ataduras, liberar culpas y expiar penas. Tan sólo unas horas bastaron para generar lo que se puede vislumbrar como un cambio en la concepción de este binomio terrenal.

Con cada kilómetro recorrido el pasado fue quedando atrás y el nuevo cielo se abrió paso a través de esas áridas llanuras. Las estepas antes abandonadas cobraron un nuevo sentido y pasaron a formar parte importante en esta mi existencia mundana.

Aquel cielo nuevo dejaba ver entre sus nubes una extraña luz, tus ojos, el brillo y la vida que irradiaban iluminaron mi senda y eclipsaron mi sentir. Abrí los ojos, extendí los brazos y mire directo al sol, algo nuevo estaba pasando, una reinvención, un nuevo camino estaba siendo trazado. Mis penas habían sido eliminadas, el cielo me mostró el camino y decidí andarlo.

Ahora espero no haber errado y poder corregir de ser así.

Espero poder estar entre tus alas una vez más, sentir la textura de tu piel de durazno, degustar esos sabores y deleitarme con tu aroma mientras mojas todo lo que es para ti. Sentir nuestros corazones agitados y palpitantes latiendo al unísono en señal de glorias nuevas y explosiones cósmicas internas.

Sintiendo el viento cadencioso y los murmullos al oído clamando por los momentos que no hemos de olvidar y que sin duda marcarán de por vida nuestros caminos. Sólo espero poder respirar junto a ti la siguiente vez que abras los ojos.

FIN DE SEMANA SINTÉTICO

Este fin de semana fue una rara mezcla de situaciones que se dieron y que en conjunto forman un pedazo de mi existencia. Sucede que el sábado me pasé la tarde muy a gusto, degustando sabores, sintiendo texturas, disfrutando aromas, aprisionado entre un par de alas. La noche llegó y el frenesí cesó; caminé a casa y dormí.

El domingo muy temprano, por la mañana, abrí los ojos y me preparé para lo que sería toda una odisea. El juego contra Titanes de Guadalajara. A las siete y fracción de la mañana llegué a la cita y no fue sino hasta las nueve con quince que zarpamos con rumbo a la “perla tapatía”. Para variar, el autobús falló y tuvimos que irnos en otro.

Llegamos a Ciudad Guzmán, el desayuno, la caminata por las calles céntricas, la iglesia y sus vitrales. El encuentro con los compañeros de ruta del taller de los Benavides.

Guadalajara, a espaldas de plaza galerías. Llegamos justo a tiempo, a calentar y estirar. El juego, la línea que no hizo mucho, salvo algunas raras excepciones. El golpeo, fuerte y tupido. Lesionados, el “llavero” y varios compañeros averiados por el fuerte golpeo y las “marranadas” de los contrarios y sus “cachirules”. El resultado, una autentica paliza, aprendimos mucho y salimos con premio de consolación. La comida, pizzas de Domino’s y pollo de “el pechugón”. El regreso, accidentes por todas partes, la larga ruta y tu compañía, momentos clave, a partir de ese día siento que algo ha cambiado, serás tú, seré yo, lo ignoro, más puedo esperar que algo resulte.

La llegada, el campo de Piratas, el viaje a “la de los rojos”, la despedida, el deseo negativo hacia tu partida, mi casa, mi cama, a dormir.

octubre 22, 2006

LLUVIA VESPERTINA...


Llueve y llueve, y el sonido del agua bajando en riachuelos por las canoas del techo produce un burbujeo distante, como el eco de alguna conversación de pececitos, que el ciclo del agua haya transportado consigo.

Ya anochece, y entre las lágrimas que bajan incesantes de las mejillas nubosas del cielo, todo el paisaje se viste de gris violáceo. Todo se siente tan triste y lejano, cuando caen la noche y el invierno al unísono, y el aire humedecido lo pueblan silenciosos pensamientos.

Alzo la vista y veo a un costado de mi cuarto la hermosa armonía de las cobijas que desordenamos temprano esta tarde que muere. Casi podría jurar que los pliegues de la sabana delinean el contorno de nuestros cuerpos, o por lo menos, esos aromas entre la tela han de delatar nuestra lucha de amantes.

Es la sensación de frío. La ausencia de tu pecho abierto como un hogar donde protegerme, y la falta de tu cuerpo cálido donde abrigarme. ¿Dónde esta el refugio seguro de tu entrepierna? y ¿dónde están tus manos cariñosas entre mi pelo?, y ¿tus labios y tus senos ansiosos y amenazantes, y el vaivén implacable de tus caderas, y esa otra tú, un poco más loca que tú, que me respira agitada sobre mi hombro?, esa que con la mirada convencida intenta capturar del aire un punto en el universo donde el tiempo y el espacio se detienen, y los océanos explotan y las estrellas danzan.

¿Donde estás, mi amor, cuando llueve y anochece, para aferrarme a ti con fuerza y borrar con tu energía todo lo triste de la naturaleza?

octubre 19, 2006

IMAGEN...



La vieja imagen en mi mano adquiere vida. En silencio, como sin querer, mis ojos nostálgicos se van tras de los tuyos en el papel. Y en un sortilegio inesperado, me descubro abrazado a ti, arrullado por el mar como en una cuna. Tu frente con la mía como fusionados. Me sonríes mientras atardece y presiento en mi ternura que es éste un momento sublime. "Tu amor me hace sentirme gigante" -te digo, mientras una brisa me despeina la compostura. Tú, que siempre has sido más prudente, me pones tu dedo índice sobre los labios, y te sonrojas sin decir ya más nada. En tu silencio que es capaz de apaciguar un universo entero, te abrazas sedentaria a mi cintura que es tu nido y es tu cielo.

Para llevarme esta sensación para toda la vida, memorizo las enormes nubes que nos acechan al obscurecer, memorizo la fosforescencia bajo el agua cada vez que te mueves, el aroma salubre del aire que impregna nuestros besos, la acogedora calidez de tus manos como peces blancos entre mis piernas y sobretodo me guardo en mi cofre de tesoros, tu traviesa alegría.

Pero porque soy consciente, que mi nostálgica imaginación es la que ha desbordado la ilusión olvidada y en realidad hoy sólo nos pertenecemos en el recuerdo, entristezco paulatino como una bahía de noche. Y mis ojos, que en los tuyos pescaban palabras nunca dichas, se alejan nuevamente de tí como gaviotas que regresan a tierra.

Adiós, mi paraíso, mi isla perdida. Así, calladamente, te me vas mientras me voy. Con imprevisto temor de que me olvides, en mi memoria te vuelvo a abandonar; solitaria con la luna, con las olas y con tu ingenuidad. En mi delirio, la bruma de aquel sueño inconcluso poco a poco ya se despeja y tú y yo somos otra vez tan sólo un instante supremo, dos planetas orbitando el amor en una galaxia escondida.

octubre 18, 2006

ALEJANDRA PIZARNIK


Hace unos días, mi amigo Neto, Filósofo existencialista y Fotografo consumado, me ha acercado un papel escrito con el nombre de Alejandra Pizarnik. Esta autora me ha atrapado en su mundo abstracto y metaforico. He aquí un pequeño texto acerca de esa gran mujer...

Hablando de Alejandra Pizarnik, el diálogo entre creación y destrucción, coherencia y diversidad contradictoria, se resuelve en una biografía llena de serios equívocos. Consta en el registro que su natalicio fue el 29 de abril de 1936. Su raigambre es ruso-judía, y ésa es la identidad que defienden sus padres, llegados a la Argentina tras haber permanecido algún tiempo en París, donde vive un hermano del cabeza de familia, Elías Pozharnik. Ya habrá notado el lector una variante en la ortografía del apellido, un hecho atribuible, según la versión de César Aira, a «uno de los muy corrientes errores de registro de los funcionarios de inmigración. Tenía veintisiete años, y no hablaba una palabra de castellano, lo que era el caso asimismo de su esposa, un año menor, Rejzla Bromiker, cuyo nombre pasó a ser Rosa» (Alejandra Pizarnik, Barcelona, Ediciones Omega, col. Vidas literarias, 2001, p. 9). Con los Pizarnik instalados en la capital argentina, el árbol genealógico acoge a dos niñas: Myriam y Flora, más tarde llamada Alejandra. El clan ocupa una espaciosa vivienda en Avellaneda, mantenida gracias al negocio de venta de joyería al que se dedica Elías. El destierro, por doloroso que parezca, es en este caso providencial, pues el resto de los Pozharnik y Bromiker, «con excepción del hermano del padre en París, y la hermana de la madre en Avellaneda, pereció en el Holocausto, lo que para la niña debió de significar un contacto temprano con los efectos de la muerte» (César Aira, op. cit., p. 10).

La experiencia infantil de Alejandra es bastante liberal, de acuerdo con el criterio de su progenitor. En 1954 concluye los estudios secundarios y comienza un periodo de titubeo académico. A medio camino entre las aulas de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires y las de la Escuela de Periodismo, la joven procura descubrir una vocación literaria que le anima a seguir el catedrático de Literatura Moderna, Juan Jacobo Bajarlía. Ya por estas fechas, «la fascinación de la infancia perdida —escribe Enrique Molina— se convierte en ella, por una oscura mutación que cambia los signos, en la fascinación de la muerte, igualmente deslumbradora una y otra, igualmente plenas de vértigo» («La hija del insomnio», Cuadernos Hispanoamericanos,naïf, que fue una escuela floreciente en la Argentina en ese entonces» (César Aira, op. cit., p. 11). Con todo, más allá de estas sutilezas, Alejandra juega a convertirse en reportera, y llega a asistir al Festival de Cine de Mar del Plata de 1955. Pero la experiencia periodística queda apartada en beneficio de otras inquietudes. sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, p. 5). Ahora sabemos qué la condujo al taller del pintor surrealista Batlle Planas. Por algo recuerda Aira que los cuadros de Batlle reproducen escenas espectrales, «con algo de Tanguy y algo de Arp o Miró. El interés de la poeta en este tipo de pintura deriva evidentemente de su figuración metafórica; sólo admitió una desviación hacia la pintura llamada

Como expresión de esa fragilidad a la que haremos alusión en más de un párrafo, el asma y la tartamudez son irrefutables. En vista de semejante aprisionamiento somático, don Elías cuida a su hija: costea su primer libro, La última inocencia (1956), e incluso llega a abonar los honorarios del psicoanalista que intentará poner en orden el desván sentimental de Alejandra. De hecho, ni la pintura ni la poesía bastan como terapia, y ella experimenta el breve y peligroso fenómeno psicodélico de las anfetaminas. También cura el dolor con analgésicos y frecuenta los somníferos para escapar de la vigilia nocturna.

Con todos los rasgos de la bohemia juvenil podría hacerse una suerte de patrón de conducta, relativamente fiel a la personalidad de Pizarnik, salvo en un detalle nada desdeñable, y es que ella «tuvo una invencible aversión a la política, que justificaba con el hecho de que su familia en Europa hubiera sido sucesivamente aniquilada por el fascismo y el estalinismo. (...) Para ella, la literatura tenía un único compromiso con la calidad» (César Aira, op. cit., p. 17). Así, pues, la vida literaria es una empresa que ella acomete con máximo interés. Entre los primeros tejados bajo los que se guarece, figura la revista Poesía Buenos Aires (1950-1960), foco del grupo de los llamados invencionistas, paralelo a otro, el surrealista, cuyas inquietudes también son las propias de la joven poetisa. Curiosamente, la autora de Las aventuras perdidas (1958) frecuenta la consulta del psicoanálisis aun cuando André Breton recuerda «a los jóvenes y a las almas novelescas que, porque este invierno está de moda el psicoanálisis, necesitan figurarse como una de las más prósperas agencias del charlatanismo moderno, la consulta del doctor Freud, con aparatos para transformar los conejos en sombreros» («Entrevista con el profesor Freud», Los pasos perdidos, traducción de Miguel Veyrat, Madrid, Alianza Editorial, 1998, p. 89). ¿Contradicción? Más bien al contrario: coincidencia de freudianos y surrealistas en el vórtice del subconsciente.

No obstante, precisemos. Dentro del panorama surrealista, hay dos poetas que coinciden con Alejandra: Enrique Molina y Olga Orozco. Con esta última, por cierto, «tendría una relación que excedió la literatura» (César Aira, op. cit., pp. 21-22). Casi en paralelo, la joven accede en 1955 aDos letras, edición de Carlota Caulfield, Barcelona, March Editor, 2003), Blas Matamoro intuye que, para ella, «los poemas son aproximaciones a la Poesía. No son obras ni textos, sino intentos, borradores, ensayos». Con todo, a través de ese tanteo cabe establecer un inventario de cualidades personales: «ser hija y habitante de la noche, esa madre antigua y regia; buscar con afán la recuperación de los olvidos infantiles; cultivar sin confusión el laberinto de una compleja identidad, centrada en deseos nítidos; existir en una soledad sin fondo y sin horror; practicar una estética de la locura (Artaud, Lautréamont) como defensa contra la locura» («Alejandra de cerca», Blanco y Negro Cultural, suplemento del diario ABC, 12 de julio de 2003, p. 21). las creaciones de Antonio Porchia, un poeta «fundamental en la creación del estilo y el procedimiento de Pizarnik. No fue la única que sacó enseñanzas de su obra: el otro fue Roberto Juarroz, y es instructivo hacer un paralelo entre ambos discípulos» (Ídem, p. 25). Al reseñar la correspondencia que mantuvo nuestra poeta con el escritor y pintor manchego Antonio Beneyto (

En esa lucha contra la entropía, Alejandra Pizarnik ensaya diversas estrategias. Una de ellas es el destierro, puesto en práctica en París desde 1960 hasta a 1964. Pero ni siquiera ese nuevo extrañamiento relaja su íntima tensión. «En el fondo —escribe el 25 de julio de 1965— yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo «hincar el diente» en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos» («Diarios 1960-1968», Frank Graziano, introducción y compilación, Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, p. 271). Ya se ve: el ensimismamiento hermético y la muerte son los dos puertos que la esperan. Otra empresa posible es el silencio, que se presenta de dos maneras en su obra. «La primera —temible y peligrosa para la palabra poética, aún en antítesis con ella— corresponde a la incapacidad de enunciación. (...) La otra —atracción y fuerza de la palabra poética— simboliza un mundo auténtico, intacto y perdido, y confina con la poesía misma, además de ser el componente necesario de la resonancia propia del lenguaje lírico» (Anna Soncini, «Itinerario de la palabra en el silencio», Cuadernos Hispanoamericanos, sup. Los complementarios, n.º 5, mayo de 1990, pp. 7-8).

Claro que, en casi todos los temas que tratamos de ordenar vuelve a infiltrarse la muerte, cuyos códigos descifra en el periodo durante el cual publica Árbol de Diana (1962) y Los trabajos y las noches (1965). «Leí mi libro —escribe el 26 de agosto de 1965—. La muerte es allí demasiado real, si así puedo decir; no el problema de la muerte sino la muerte como presencia. Cada poema ha sido escrito desde una total abolición (o mejor: desaparición) del mundo con sus ríos, con sus calles, con sus gentes. Esto no significa que los poemas sean buenos» («Diarios 1960-1968», op. cit., p. 273). Pese a figurar como detalle anecdótico, sorprende que, aun definiéndose en esa totalidad de la muerte, Pizarnik cultivara a ratos y con buen estilo el donaire social. Una vez más, el lenguaje era su instrumento privilegiado. Por ello censura Ivonne Bordelois que los autores de semblanzas no hablen nunca de «la extraordinaria voz de Alejandra y de su aún más extraordinaria dicción. Alejandra hablaba literariamente desde el otro lado del lenguaje, y en cada lenguaje, incluyendo el español y sobre todo en español, se la escuchaba en una suerte de esquizofrenia alucinante» (Correspondencia Pizarnik, Buenos Aires, Seix Barral, Editorial Planeta Argentina, 1998, p. 15).

Cuando el 30 de abril de 1966 retoma las páginas de su diario, se observa recién llegada a los treinta años, sin saber aún nada de la existencia. «Lo infantil —escribe— tiende a morir ahora pero no por ello entro en la adultez definitiva. El miedo es demasiado fuerte sin duda. Renunciar a encontrar una madre. La idea ya no me parece tan imposible. Tampoco renunciar a ser un ser excepcional (aspiración que me hastía). Pero aceptar ser una mujer de 30 años... Me miro en el espejo y parezco una adolescente. Muchas penas me serían ahorradas si aceptara la verdad» («Diarios 1960-1968», op. cit., p. 277). Al cabo, la substancia nativa de la poesía y de la biografía se confunden, y aunque ello pueda ser discutido por numerosos analistas, lo cierto es que los motivos recurrentes de una no se explican fácilmente sin el auxilio de los que atañen a la otra: «la seducción y la nostalgia imposibles, la tentación del silencio, la escritura concebida como espacio ceremonial donde se exaltan la vida, la libertad y la muerte, la infancia y sus espejismos, los espejos y el doble amenazador» (Ana Nuño, en Alejandra Pizarnik, Prosa completa, edición a cargo de Ana Becciú, Barcelona, Editorial Lumen, 2001, p. 8).

Mediante el simbolismo desmesurado de Extracción de la piedra de locura (1968), la sola cita del dolor y la impotencia configura el tablero poético, pero no ya por medios convencionales, sino a través de una constatación —rica en consecuencias— de la falta de fe en su propia imaginación creadora. «Si no fuera así —escribe el 24 de mayo de 1966— no leería para aprender sino para gozar. ¿Aprender qué? Formas. No, no es el deseo de frecuentar modos de expresión. Mis contenidos imaginarios son tan fragmentarios, tan divorciados de lo real, que temo, en suma, dar a luz nada más que monstruos. (...) Creo que se trata de un problema de distribución de energías. Pero lo esencial es la falta de confianza en mis medios innatos, en mis recursos internos o espirituales o imaginarios» («Diarios 1960-1968», op. cit., pp. 279-280).

Desde luego, sólo en este clima de bloqueo y melancolía es posible estudiar de forma pormenorizada títulos como Nombres y figuras (1969), La condesa sangrienta (1971) y El infierno musical (1971). En cierto modo, podemos insinuar un propósito testamentario, aunque ese fin también es propio de creadores que no conciben el suicidio entre sus planes. El caso es que, si bien permite que la imprenta reitere sus palabras, Alejandra no quiere perpetuarse y por eso elige morir en la madrugada del 25 de septiembre de 1972. Cincuenta pastillas de Seconal sódico le interesan como un símbolo de su decisión, y es que la muerte «es la mayor disonancia o, quizá, la armonía radical del silencio» (Blas Matamoro, Puesto fronterizo, Madrid, Síntesis, 2003, p. 174). En todo caso, según detalla Ana Nuño, la mitificación de su propio fallecimiento «ha acabado produciendo una especie de «relato de la pasión que la recubre con el velo de un Cristo femenino». Abundan los retratos del poeta suicida y Alejandra ingresa en esa galería de espectros añadiendo una etiqueta más a su obra. ¿Alguien discute, a estas alturas, que el malditismo sea un rótulo atractivo?

Como es obvio para Nuño, resultan graves las consecuencias de esa patología consistente en vincular vida y obra. La lectura de todo ello nos conduce a la cuestión del género: «La melancolía, la soledad y el aislamiento, cuando se ponen de manifiesto en la vida de una mujer, son rasgos que admiten ser interpretados como la prueba de un desequilibrio psíquico de tal naturaleza, que puede conducir a su autora al suicidio o la locura. Si es varón el escritor, en cambio, y su obra o vida o ambas manifiestan parecida contextura —la lista es larga, de Hölderlin y Rimbaud a Kafka y Beckett—, ésta suele recibirse como una confirmación del talante visionario del hacedor» (Ana Nuño, op. cit., p. 7). A vueltas con esa conexión entre la obra literaria y la realidad de su autora, Frank Graziano cree que «la obra suicida de Pizarnik sólo puede nombrar una muerte literaria y nunca una real». Es más, el debate sobre si la escritora cometió un suicidio o simplemente erró la dosis, resulta académico en lo concerniente a su creación literaria, pues dicha obra «sólo nombra la muerte que sufrió Pizarnik como autora, como personaje de su propia ficción, cualesquiera que fuesen las intenciones específicas de Pizarnik como persona» («Una muerte en que vivir», Alejandra Pizarnik. Semblanza, México D.F., Fondo de Cultura Económica, 1992, pp. 12-13).

Pese a algún exceso romántico y a más de un fraude piadoso, las biografías que han ido reconstruyendo el pasado de Alejandra Pizarnik reúnen hechos ciertos, aunque guiados por una relación mudable, de sabor barroco. En rigor, no son juegos imaginativos sino manifestaciones vibrantes, cuya materia prima es de las que fecundan una generación. Al fin y al cabo, reconstruir una vida de esta naturaleza conlleva un acto de soberbia en el que los biógrafos se creen capaces de expresar sentimientos y formas delirantes, pero también es un acto de humildad, también es un deseo de perfeccionar literariamente lo que en el pasado se ve como imperfecto y quebradizo.

octubre 17, 2006

TRIP...



UNA LAGUNA CERCA DE BUENAVISTA Y EL AEROPUERTO



LOS NIÑOS DEL MAÍZ?, ESTA FOTO ME RECUERDA ESAS PELÍCULAS DE MIEDO NOVENTERAS



NO ES LA PLAYA; BORDO A LA ENTRADA DE BUENAVISTA



UN ATARDECER EN BUENAVISTA



POR QUÉ LA TARANTULA CRUZÓ EL CAMINO ???? PARA MORDER A SU VECINO...

UN DÍA MÁS...



Lunes 16 de Octubre de 2006; 00:11 horas.

…como cada noche, la costumbre nos hace presas. El protocolo de diario, ni más ni menos, salvo una que otra noticia repentina. El tema de conversación se agota día a día, caemos en lo ordinario, la chispa se ha ido apagando, me conoces y yo no a ti, quedo vulnerable ante tus palabras y tus ganas de desentrañar los más obscuros rincones de mí.

Desde mi butaca de espectador observo atento el danzar de los actores de la vida, con singular apremio caigo en cuenta de lo absurdo que es tratar de actuar en una obra que no me pertenece. Desconozco los diálogos, los personajes y la vestimenta acorde a cada acto de la misma. Tu obra no es, por mucho, lo que yo quiero que sea y eso me lastima de sobre manera, quisiera ser ese actor que es capaz de penetrar tras bambalinas y ceñirme de tu cintura aventurera, mirar por horas el parsimonioso vaivén de tus cabellos agitados por el viento de Otoño.

…la función ha terminado, las luces se encienden, los aplausos cesan, el telón es cerrado de una vez por todas y así se quedará para la eternidad, puesto que tú no eres fuego y yo no seré esa brasa que habrás de revivir, te dejo. Te libero de toda culpa, quedas absuelta, sigue el camino, piérdete en el bosque del olvido y la melancolía, que de mi árbol, frutos ya no tendrás.

Los castillos que en tu nombre he levantado caerán uno a uno conforme el tiempo los castigue, las hojas que llené de tinta con el fuego arderán, los sueños serán contados para no hacerse realidad, las páginas del libro rojo no versarán más sobre ti, ese capítulo será uno más de muchos que han culminado de manera similar.

Ahora debo como siempre, dar media vuelta y recorrer el largo camino a casa, en donde he dejado mi caparazón, pues el mundo de “afuera” resulta un tanto irreal e inseguro.

Si algún día comprendes el mensaje contenido aquí, no me cuestiones, no te daré respuestas, tan sólo miraré al suelo y frunciré una ceja en señal de total abatimiento, tus preguntas serían análogas a una victima que es interrogada por su victimario.

octubre 15, 2006

EL BICHO RARO

En días como hoy, suelo llevar varios minutos de mi existencia a la reflexión. No siempre salgo bien librado, más no puedo quejarme, pues he llegado a conclusiones que hasta el momento me han sido satisfactorias. Por citar un ejemplo, pensaba en los beneficios de escribir “a corazón abierto”, pues considero es un arma de doble filo y muchas de las veces, termina funcionando por uno solo, el del daño. Esta cuestión salta al camino después de que se me cuestionara acerca del contenido colérico y visceral. Lo cual me dejó pensando por un momento; después caí en cuenta del peso que pueden tener.

Las personas tendemos a elaborar jerarquías y de pronto me encuentro en la línea de tiro, pues se me ha colocado en una jerarquía por escribir lo que pienso y siento, lo cual puede traer como consecuencia, que la gente se fije en uno como un mero bicho raro, como un loco que escribe algo con coherencia, de pronto se le admira. Pero después nadie quiere pasar su tiempo con la persona, sólo con su obra, lo cual es frustrante, quita en verdad la posibilidad de conocer a la persona detrás de tan torcida escritura.

Espero que laguen se haya planteado esta cuestión también, de lo contrario será aún más frustrante esta carrera contra la nada.

octubre 14, 2006

CRIMEN...

Señor, da a cada hombre su muerte propia,

que sea una muerte brotada de su vida

en la que encontró el amor, un sentido

y su dolor.

R.M. Rilke; El libro de horas.




No lo quiero hacer, no me lo puedo permitir, por favor no. No debo caer en la maldita tentación de tus palabras, de tu mirada, de tus negras intenciones disfrazadas de ternura y comprensión. Sé que en algún momento en el que me descubras confiado y un tanto distraído, sacarás de entre tus pechos una daga dorada que habrás de encajar una y otra vez en mi espalda desprevenida. Con cada puñalada repetirás cada una de las palabras que escribí con tinta sangre del corazón, escupirás blasfemias mientras tus ojos encendidos de ira me miran como demente en crisis de ansiedad.

Herido de muerte caeré al suelo, comenzarás a encajarme la daga en el pecho y extraerás de él mi corazón aún palpitante y lo devorarás en pedazos, el sobrante lo tiraras a los perros hambrientos. Escarbarás tan hondo como te sea posible para buscar tus malditos recuerdos, para quitármelos, para exhumarlos y arrebatármelos de entre los sueños. Iluso me confieso mientras la vista se me apaga y las gotas escurren por mis mejillas, ¡ESTUPIDA¡ qué no sabes lo mucho que tenía para ti, los castillos erigidos en tu ausencia, las alcobas tapizadas de ilusiones, los besos que le di a tu sombra, los abrazos a oscuras que tanto imaginé…

Ahora te detienes, una lagrima sale de tus ojos, ¿acaso te arrepientes de tu crimen, acaso eres lo suficientemente cobarde para no continuar con tu ritual de tortura, será que muy en el fondo en verdad sientes que una pequeña parte, por ínfima que ésta sea, desea estar conmigo? tal vez, más en este momento ya no me importa saberlo, ahora te pido, no, te exijo concluyas lo comenzado, pues me produce de pronto una hilaridad incontenible tu estúpido sentimiento de culpa y tu visible señal de arrepentimiento, pero lo que más me da gusto, es ser testigo de tu “desgarradura”. Cómo es que muy en el fondo sufres y yo gozo de verlo. Ahora dime ¿quién es la victima en tan cruel muestra de ira? ¿En verdad creías que podrías asesinarme tan fácilmente? Ilusa, me das pena, me das lastima, sin embargo, no te voy a detener, deseo que continúes, en tus acciones llevarás tu penitencia.

Después de unos minutos mis ojos se cierran por completo y mi mente es lo único que me queda, mi cuerpo ha muerto, no obstante sigo pensando, una de las preguntas más inquietantes me ha sido resuelta, soy al final de todo, mente, razón. Por eso te doy las gracias, tu ira ha dado frutos aunque así no lo tenías planeado. Antes de que se me acabe lo poco que me queda o que soy, me regalo contigo. Muy en el fondo no me arrepiento de esto, sólo espero que llegue el día en que lo puedas decir abiertamente:

-Sí muy en mis adentros lo quise-

Entonces mi mundo raro tendrá total justificación y mi memoria podrá descansar en paz y comprenderás que no fue la culpa mía, sino que fueron tus miedos lo que te llevaron a tan tremendo gesto de amor empañado.

NI UN DÍA MÁS¡¡¡¡


"Como a Rosario le pegaron un tiro a quemarropa mientras le daban un beso, confundió el dolor del amor con el de la muerte".

Durante años construí edificios de ilusiones y erigí monumentos a tu memoria, ahora sin embargo, todo ha terminado. He decidido romper las cadenas, liberarme de ese fantasma que por tantos años he llevado en hombros.

Todo tiene su origen en un tiempo y un espacio muy distinto a éste. Comenzó hace tanto que aún no puedo recordar los detalles, lo único que recuerdo es a ti, tu silueta dibujada tras aquellas celestes cortinas, tu cadencia al mover las caderas, tu aroma, tu sensualidad, por Dios, cómo olvidar tu timbre, tu respiración al oído mientras me susurrabas tus planes para tirarte al vacío.

Recuerdo de especial manera como solía pasar largos momentos imaginando cómo es que sería un mundo creado entre los dos, tan sólo nuestro, lleno de esas cosas que nos provocan excesos sentimentales y humedades palestinas.

Al cerrar los ojos y dirigir mi mente hacia ti, las imágenes de aquellas mañanas enteras dedicadas a la contemplación del universo me llenan de un sentimiento por demás amargo, siempre termino pensando en lo que pudo ser, en lo que pudiese llegar a ser…

Ese es el punto en el que tomo el teléfono y marco tu número para después colgar inmediatamente.

Mi mala memoria me ha permitido recordar aquel pacto al que algún día llegamos en la cúspide de nuestra soledad y amargura por tener algo, aunque fuese un poco forzado. Aún hace unos meses esperaba con ansias pordioseras el cuarto de siglo para poder formar parte de lo que prometía ser la más grande hazaña en nuestras condenadas existencias. Ahora, en un día no muy lejano a éste, me he cuestionado por la cruda espera y tu consciente demora, llegando a concluir que ese tiempo y ese espacio ya no pertenecen a nuestros mundos y que, por más que así lo desee, sólo lograré arrancarte palabras al viento…

Y ahora que lo pienso, me llena de ira hacía mí mismo y me reprocho el hecho de ser tan terriblemente melancólico y no poder desprenderme de pronto de esas “pequeñas” situaciones que me llego a cuestionar tan a fondo y que encuentro sin sentido. Más Idiota me siento por haber escogido ese nombre para resguardar cosas tan preciadas, no pasa un solo momento desde aquel día en que no me torture en tu ególatra memoria. Pero hoy, desde este momento, NI UN DÍA MÁS ¡¡¡

octubre 10, 2006

MI COCHINITO AZUL AYER SE ME PERDIÓ...

Mi unicornio azul ayer se me perdio,
pastando lo deje y desaparecio.
Cualquier informacion bien la voy a pagar,
las flores que dejo no me han querido hablar.

Pues como dice la rola, mi unicornio azul , sólo que yo no tengo unicornio, pero si tengo a:

Mi cochinito azul ayer se me perdió,
pastando lo dejé y desapareció.


Jajajaja, he decidido poner a "PUCHIS" mi pequeño cochi azul. Hay quien ve elefantes azules, pero yo tengo a mi cochi cochi azul... y mueranse de envidia, es pariente del Pampinoplas.

octubre 08, 2006

ÚLTIMA ENTREVISTA DE CIORAN



«Siempre busqué desenmascarar la existencia»

Hans-Jürgen Heinrichs entrevista a Cioran

—traducción del francés de Dulce María Zuñiga—

Entrevistado en París, en 1983, por Hans-Jürgen Heinrichs. Esta entrevista había permanecido inédita hasta febrero de 1999. Se publicó en el número 373 de la revista francesa «Le Magazine Littéraire». De ahí se toman estos fragmentos.

París

«Cuando llegué a París, inmediatamente comprendí que el interés de la ciudad era la posibilidad que me ofrecía de vivir rodeado de gente ociosa. Yo mismo soy un ejemplo de ocioso: nunca he trabajado en mi vida, nunca tuve un oficio. Sólo una vez, en Rumania, cuando enseñé un año Filosofía en Brasov. Era insoportable. Y fue también la razón por la que vine a París. En su propio país, uno tiene el deber de hacer algo —pero eso no es necesario cuando se vive en el extranjero. Tuve la fortuna de vivir más de cuarenta años en la ociosidad y, ¿cómo podría decirlo?, sin Estado. Lo interesante en París, creo, es que uno puede vivir ahí como extranjero radical, de manera que no se pertenece a una nación, sino solamente a una ciudad. Yo me siento de algún modo parisiense, pero no francés —sobre todo no francés.

[...] Hay dos libros que, para mí, expresan lo que es París. Primeramente ese libro de Rilke, Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, y después el primer libro de Henry Miller, Trópico de Cáncer, que muestra un París diferente del de Rilke, incluso contrario, el París de burdeles, de prostitutas y padrotes, el París del fango. Y es también ése el París que yo conocí: [...] el París de hombres solos y de putas.

La verdad, yo había vivido ya lo mismo en Rumania: la vida de burdel era muy intensa en los Balcanes. Y también era el caso de París, al menos antes de la guerra. [...] Cuando llegué aquí, tuve largas conversaciones con muchas de esas mujeres. Al inicio de la guerra, yo vivía en un hotel cerca del boulevard Saint-Michel, y tenía amistad con una prostituta, una anciana canosa. Llegamos a ser buenos amigos; quiero decir: era demasiado vieja para mí. Pero era una actriz increíble, con talento para la tragedia. Yo la encontraba casi todas las noches hacia las dos o tres de la mañana, porque siempre regresaba muy tarde a mi hotel. Era al inicio de la guerra, en 1940 —o más bien no, era antes de la guerra porque, durante la guerra, no se podía salir después de medianoche. Paseábamos juntos y ella me contaba su vida, toda su vida— y la manera en que hablaba de eso, las palabras que utilizaba me fascinaban. [...] Las experiencias que tuve en mi vida con ese tipo de personas me enseñaron muchas más cosas que mis encuentros con los intelectuales.»

La lengua francesa

«Tengo una relación muy compleja con la lengua francesa. Cuando empecé a escribir en francés, me dije que no era una lengua para mí. Me sentí como si estuviera dentro de una camisa de fuerza. Pero ahora, desde hace unos años, desde que el francés está en decadencia, me siento de alguna manera ligado a esa lengua desfalleciente. Los franceses no son, diría yo, indiferentes a la decadencia de su lengua, pero ellos la aceptan, yo no. Y mientras más boicotea el mundo al francés, más cercano me siento yo de él. La razón es tal vez que todo lo que se pierde, se sustrae, o es víctima de algún delito, ejerce sobre mí un gran poder de atracción. Y el aislamiento del francés me fascina. El contacto con él fue para mí infinitamente difícil al principio. [...] En Rumania, todo el mundo hablaba francés y otras lenguas; pero, yo, venía de Transilvania donde no se hablaba más que alemán o húngaro. Tomé muy en serio ese cambio de lengua, y todo lo que escribí en francés, lo reescribí varias veces, por ejemplo, el Précis de décomposition, lo retomé cuatro veces. Para mí, era verdaderamente un desafío la idea de que debía escribir como un francés, competir con los franceses en el manejo de su lengua —una idea tal vez un poco loca. [...] Por mi temperamento, hubiera debido escribir más bien en español, en húngaro o en ruso. Porque el rigor del francés es incompatible conmigo. Pero es también precisamente eso lo que me gusta en él...»

Las mujeres

«Tengo algo en común con Sartre. Sartre dijo, poco antes de su muerte, que siempre se entendió mejor con las mujeres que con los hombres. Y es también mi caso: prefiero a las mujeres que a los hombres. ¿Sabe por qué? Porque la mujer es más desequilibrada que el hombre. Es un ser infinitamente más mórbido y enfermo que el hombre. Resiente más, incluso cosas que un hombre no puede sentir. Noté que las mujeres estaban en general más cercanas a mi manera de escribir que los hombres. Me impresioné mucho cuando leí que Sartre había dicho que prefería la conversación de las mujeres a la de los hombres.

Un día me preguntaron cómo había podido vivir sin ejercer un «oficio», respondí: «porque era padrote». Es una broma, pero hay algo de verdad en esa afirmación. Para mí, «padrote» es un concepto muy universal. Quiero decir que cuando un escritor vive con una mujer que se encarga de los gastos de los dos, ese escritor es un padrote. Muchos escritores respetables que conozco en París han vivido como parásitos de su mujer. En ese sentido, aunque nunca me he casado, también he sido un padrote...»

Rumania, el lazo con los orígenes

«Me desprendí de mis orígenes. Sin embargo, sigo estando profundamente interesado por los Bogomiles, esos maniqueos de los Balcanes, y por su idea de que el nacimiento es una catástrofe. Es casi una fatalidad que regrese así, de manera inconsciente, a mis orígenes. La idea de que no es Dios, sino Satanás, un pequeño Satanás, Satanel, quien creó el mundo, siempre me ha atraído. Es por eso que escribí ese libro, El Demiurgo malo, que se inspira un poco en la teoría bogomil. Me parece notable haber vuelto después de tantos años, a mi patria fundamental, a ese mundo espiritual del Danubio, de los Cárpatos. La idea de una mística del pre-nacimiento pertenece a ese mundo: el Oriente. Aunque haya querido librarme de mis orígenes, mis esfuerzos realmente no lo han logrado. Todas esas ideas, el Maniqueísmo y también la Gnosis o, al menos, una Gnosis un poco degenerada, vienen en parte de los Balcanes. Uno no puede deshacerse de sus orígenes, de su comienzo. He escrito mucho contra mi país natal. Por ejemplo: afirmé que ser rumano era ridículo, pero al mismo tiempo debo reconocer que soy muy fatalista en la vida. El fatalismo es la religión nacional en Rumania, todo mundo ahí es fatalista en la vida cotidiana y a propósito de todo. Conclusión: uno no puede liberarse de sí mismo...»

Las contradicciones

«Siempre he vivido en medio de contradicciones y nunca he sufrido, Si hubiera sido un sistemático, tendría que haber mentido para encontrar una solución. Ahora bien, no sólo acepté ese carácter insoluble de las cosas, sino que incluso encontré en ello cierta voluptuosidad, la voluptuosidad de lo insoluble. Nunca busqué reunir o, como dicen los franceses, conciliar lo irreconciliable. Siempre tomé las contradicciones como venían, tanto en mi vida privada como en teoría. Nunca tuve una meta, nunca busqué ningún resultado. Creo que no puede haberlos, ni en general ni en lo personal. Todo es no sin sentido —la palabra me disgusta un poco— sino sin necesidad [...]

Normalmente, de haber sido enteramente consecuente conmigo mismo, no hubiera debido hacer nada en absoluto. Al hacer algo, de alguna forma me contradije, viví en la contradicción.

Pero, toda vida, creo, está, en el fondo, condenada a la contradicción. Quisiera contar algo un tanto idiota: uno va a un cementerio —es un hecho banal— y se entera por una lápida que un amigo, con quien había estado riendo unos días antes, ha desaparecido sin dejar rastro, ¿cómo se puede, después de eso, construir un sistema? ¡Para mí es inconcebible! Uno de mis conocidos, a quien yo quería mucho, un judío polaco, un hombre muy interesante y simpático, con quien yo había bromeado acerca de todo —él era mucho más nihilista que yo— pero... ante su tumba, para mí era, ¿cómo decirlo...?

Es banal, todo el mundo ha experimentado esa sensación... Pero cuando traducimos eso en filosofía, ¿cuál es la conclusión? La conclusión es ésta: incluso el nihilismo es un dogma. Todo es ridículo, sin sustancia, pura ficción. Es por eso que no soy un nihilista, porque la nada es aún un programa. En la base, nada es importante. Todo existe sólo en la superficie, todo es posible, todo es un drama.

Existe, claro, el amor —y con frecuencia me he preguntado: cuando uno ya adivinó todo y todo ha penetrado con la mirada ¿cómo se puede uno prendar de algo? Sin embargo, sucede [...] Es incluso lo más verdadero e interesante en la vida. Quisiera terminar esta reflexión con un toque de optimismo: la vida es realmente interesante y atractiva porque, por encima de todo, no tiene ningún sentido. Y, para hablar de eso, doy siempre un ejemplo: se puede dudar absolutamente de todo, afirmarse como nihilista, y sin embargo enamorarse como el mayor idiota. Esa imposibilidad teórica de la pasión, pero que la vida real no cesa de hacer palpable en nosotros, hace que la vida tenga un encanto verdadero, irrefutable, irresistible. Uno sufre, se ríe de ese sufrimiento, hace lo que quiere, pero esa contradicción fundamental es tal vez lo que hace que la vida valga aún la pena de ser vivida...»

El cinismo

«Nunca he escrito asumiéndome como autor; créame, no busco la gloria, no me tomo por un autor, y no soporto eso en los demás. Nunca he sido prudente y siempre he dicho simplemente lo que me pasa por la cabeza. De cierta manera, busqué la forma de desenmascarar la existencia, y es por eso que me consideran un cínico. Pero si soy un cínico en mi expresión en general, en la vida no lo soy en absoluto. Y sin embargo, reconozco el valor del cinismo como un punto de vista. Siempre he dicho que se debe escribir lo que se vive como una verdad en el momento, incluso lo que no se debe decir por difícil, frívolo o insolente. Cuando escribo algo o cuando reflexiono, no marco ningún límite a la expresión del sentimiento de la verdad. Nunca, nunca he pensado en las consecuencias. Y nadie se ha suicidado jamás por mi culpa. Al contrario, conozco gente que me ha dicho: ‘gracias a usted, no me suicidé’. Y cuando me lee la gente deprimida, comprende que no puede sumirse más en la depresión. Para hablar como Kierkegaard, la depresión es una estación en el camino de la vida. Yo tampoco tengo la impresión de que he hecho, si puedo llamarle así, una carrera ‘negativa’. Y por otro lado, sabe, en definitiva todo es igual, ¿no?...»

El pesimismo

«Dicen de mí que soy un pesimista: ¡no es cierto! Esas categorías escolares son grotescas. Sé exactamente lo que es el pesimismo. Pero, como usted acaba de decirlo: hay una diferencia fundamental entre el pesimismo como sistema y la experiencia cotidiana del pesimismo, que nace simplemente de la experiencia de ser un ser vivo. No se puede ser pesimista en la vida, puesto que estamos vivos: no tiene sentido. Uno es como los demás, y hablo aquí de cosas vividas. Me propuse hacer la apología del escepticismo y también la del pesimismo, pero eso no es importante. Lo importante es lo que vivimos, lo que experimentamos, y cómo lo sentimos.»

Nietzsche

«Nietzsche ejerció una gran influencia sobre mí en mi juventud. Pero, hoy, estoy muy lejos de él. ¿Por qué? Porque construyó su teoría. Nietzsche tiene un ideal, una idea de los hombres, del valor, en función de los cuales escribió, dio forma y elaboró toda su obra. Y así, progresivamente, me llegó la impresión de que todo eso era un tanto falso. Como profeta o analista —porque, incluso cuando se siente analista sigue siendo profeta—, Nietzsche quiere ‘aportar’ algo absoluto, crear algo, jugar un papel en la cultura, etc. Eso provocó que ahora yo no puedo leer con gusto más que sus cartas, porque en sus cartas aparece como el contrario de lo que es en sus escritos. En sus cartas, vemos a Nietzsche tal como era: un pobre tipo. Y todos esos héroes, esos héroes del pensamiento, que juegan un papel en sus libros, esa gran ilusión me parece en consecuencia falsa. Aunque sea -irrefutablemente- genial, Nietzsche no es, en cierta forma, verídico. Para mí, el verdadero Nietzsche se encuentra en sus cartas, en ellas es él, verdaderamente. Es por eso que me alejé de gran parte de su obra. Nietzsche se dotó a sí mismo de una Weltanschung, una concepción del mundo. No se liberó de sus ideas y de sus proyectos, siguió dependiendo de ellos, como esclavo. Para mí, no se volvió un hombre libre, al menos en sus libros. [...] Tal vez exagero un poco; pero tengo la impresión de que hay algo de verdad en lo que digo. Nietzsche era ni héroe de la juventud; ya no lo es hoy; aunque sea genialmente mordaz y cínico, lo encuentro sin embargo demasiado juvenil para mí, demasiado cándido...”

Los alemanes

«Nietzsche no expresó su experiencia de la vida, nunca tuvo más que una idea en la cabeza: hay que dominar, dominar, dominar —en el fondo es muy alemán. Tal vez ese es el error fundamental de los alemanes y también del pensamiento alemán: hay que dominar, hay que construir, hay que edificar. De ahí que la historia alemana es un naufragio sin igual, una catástrofe, porque los alemanes quisieron construir su historia. A los alemanes les falta sabiduría; tienen genio, pero no sabiduría. No viven ni la historia ni la vida misma: siempre quieren construir, erigir. Y, en filosofía, eso no se puede hacer más que por medio de un sistema. Que todo deba ser homogéneo es, yo diría, un pecado idiota, una tara. Los alemanes son demasiado sistemáticos, experimentaron y se construyeron una historia sistemática y han sufrido las consecuencias de ello. Los alemanes siempre estuvieron fuera de la vida. [...] Hay algo irreal en todo el destino alemán. Es también, por eso, un pueblo trágico. Son demasiado serios para referirse de sí mismos: no hay una ironía alemana. Los alemanes han escrito sobre la ironía, pero nunca la han experimentado o practicado —no han hecho más que hablar de ella y pensarla en forma abstracta. Y ese es el origen del naufragio alemán.»

Heidegger

«Heidegger creyó demasiado en las palabras. [...] Las dificultades, no las resolvió, simplemente las rebasó ayudándose con la creación de palabras. Eso me parece altamente deshonesto. No niego que Heidegger haya sido un genio, pero yo lo considero un genio estafador. En lugar de contestar las preguntas, se contentó con formularlas, con crear palabras y desplazar los problemas. Respondió a ellas produciendo vocabulario. [...] Para mí, Heidegger era realmente demasiado inocente, aunque al mismo tiempo sagaz como un campesino. [...] Era un hombre, me atrevo a decir, inconscientemente astuto.»

La ventaja de la inseguridad

«Al distribuir toda su fortuna, Wittgenstein se salvó espiritualmente. Sabe, yo estaba mucho mejor del punto de vista espiritual, y vivía de manera más intensa cuando no poseía más que una pequeña maleta y todo el año lo pasaba con dos cambios de ropa, a veces uno solo. Ahora (no soy rico, pago exiguos impuestos, gasto poco pero vivo bastante bien, como lo que quiero, viajo), finalmente mi vida, de algún modo, se volvió más segura. Y eso proyectó grandes sombras sobre mí: sombras espirituales. Antes, yo vivía al día en París. Pero estaba más fresco espiritualmente, más joven también por supuesto: era otro hombre. No sabía nunca de qué estaría hecho el mañana. Viví veinticinco años en hoteles y siempre andaba como un animal, como una bestia salvaje. [...] La seguridad representa un peligro increíble en el plan espiritual, al igual que una salud perfecta es una catástrofe para el espíritu. [...] También, un intelectual o, digamos, un escritor, debe guardar el sentimiento de no tener un suelo donde pisar con firmeza. Si, por el contrario, comienza a instalarse, a ¿cómo decir?, establecerse, está perdido. Así pues, cuando se hace una obra y se convierte en un gran escritor se dice que «se es alguien». Pero todo eso es deplorable. [...] La inseguridad es una necesidad absoluta: un escritor cuya vida se vuelve segura, es un escritor perdido.»

Los aforismos y la novela

«Todo lo que escribí es resultado de la casualidad. Por ejemplo: en principio, no escribo los aforismos como tales: escribo una página... luego tiro todo y vuelvo a empezar. Para escribir una novela hay que elegir los detalles. Yo no me intereso en los detalles, voy de inmediato a la conclusión. Si escribiera una obra de teatro, la empezaría en el quinto acto porque desde el inicio ya estoy entreviendo el final. Con tal concepción de las cosas, no se puede ni escribir un libro ni practicar las bellas letras ni, en general, ningún género literario. Es por eso que no soy un escritor, soy un... no sé... un hombre de fragmentos...»

DERROTA...

Al borde de las lágrimas me encuentra hoy el destino, con los brazos bajos, hincado, la consciencia rota y el espíritu deshecho. Es que simplemente no entiendo, no puedo encontrar razones cuando me cuestiono acerca de mí mismo, las preguntas fluyen y no puedo responderlas, el cerebro se cocina a fuego lento y la paciencia se agota. ¿Por qué soy así? A veces al abrir los ojos por la mañana, espero que sea una persona diferente, no físicamente, sino en otros aspectos. De pronto haber roto las ataduras y ser liberado de la prisión de ilusiones en la que he sido recluido ya hace muchos años.

De pronto el hastío que me atormenta en estos días comienza a tomar forma, en un abrir y cerrar de ojos, lo que parece pasajero a dado la vuelta para darme una trompada y convertirse en una crisis existencial. Sí, de esas de las que pocas veces se sale victorioso sin un rasguño. El precio de la lucha tras bambalinas es alto y no creo poder costearlo, al menos no en este momento.

Por otra parte, el síndrome Soriano me hace presa y detesto que eso suceda, no lo puedo controlar… mejor me voy a dormir.

TARDE, COMO SIEMPRE...

Tarde, como siempre, no obstante, no tenía la más mínima idea de lo que sería esa charla.

Conforme los años pasan y me voy formando como persona, me cuestiono mucho acerca de muchas situaciones e incluso sobre la vida misma y su sentido. Siempre me había preguntado si era el único en llevar las preguntas al grado máximo, pero hoy me doy cuenta de que hay gente allá afuera que se hacen las preguntas también. Sucede que hace unas horas fui al encuentro de una amiga, que por razones ajenas a los dos, no podíamos concretar una charla en varias ocasiones, pero hoy el destino fue benévolo y la vida amigable, permitiéndonos así el tan esperado encuentro.

Debo confesar que al comienzo estaba muy nervioso y hasta cierto punto un tanto ansioso; conforme fue pasando el tiempo y la plática, me di cuenta que compartimos muchas ideas y que los dos hemos atravesado por crisis existenciales y hemos llegado al borde de una situación límite. En verdad que me da gusto encontrar a una persona que vale la pena de entre todo el materialismo imperante. Y lo que más me llena de júbilo es el hecho de que sea del sexo contrario, nunca imaginé que un ser de cabellos largos tuviera esa afinidad…

En fin, cultivaré esa amistad.

Pasando a otro tema, me acabo de hacer para la PC, de un juego llamado: “Call of Cthullhu – dark corners of the World” el cual está basado en la obra de H.P. Lovecraft. Antes lo había jugado para XBOX. Pero decidí bajarlo para la PCera. Si les interesa una copia pidanla a mi correo.

Es todo… saludos Vianey, espero encuentres la vía…

octubre 07, 2006

A UNOS MINUTOS DE DISTANCIA... LA CURA PARA EL SINDROME SORIANO ???

Son las 8:00 PM. tan sólo unos minutos me separan de ti, de tu mirada de fuego, de esas respuestas que tanto clama mi existencia…

LOS OTROS DIOSES - H.P. LOVECRAFT

Los otros dioses
H.P. Lovecraft

[Cuento. Texto completo]


En la cima del pico más alto del mundo habitan los dioses de la tierra, y no soportan que ningún hombre se jacte de haberlos visto. En otro tiempo poblaron los picos inferiores; pero los hombres de las llanuras se empeñaron siempre en escalar las laderas de roca y de nieve, empujando a los dioses hacia montañas cada vez más elevadas, hasta hoy, en que sólo les queda la última. Al abandonar sus cumbres anteriores se llevaron sus propios signos, salvo una vez que, según se dice, dejaron una imagen esculpida en la cara del monte llamado Ngranek.

Pero ahora se han retirado a la desconocida Kadath del desierto frío, en donde los hombres no entran jamás, y se han vuelto severos; y si en otro tiempo soportaron que los hombres los desplazaran, ahora les han prohibido que se acerquen; pero si lo hacen, les impiden marcharse. Conviene que los hombres no sepan dónde esta Kadath; de lo contrario, tratarían de escalarla en su imprudencia.

A veces, en la quietud de la noche, cuando los dioses de la tierra sienten añoranza, visitan los picos donde moraron una vez, y lloran en silencio al tratar de jugar en silencio en las recordadas laderas. Los hombres han sentido las lágrimas de los dioses sobre el nevado Thurai, aunque creyeron que era lluvia; y han oído sus suspiros en los quejumbrosos vientos matinales de Lerion. Los dioses suelen viajar en las naves de nubes, y los sabios campesinos tienen leyendas que les disuaden de acercarse a ciertos picos elevados por la noche cuando el cielo se nubla, porque los dioses no son tan indulgentes como antaño.

En Ulthar, más allá del río Skai, vivía una vez un anciano que deseaba contemplar a los dioses de la tierra; este hombre conocía profundamente los siete libros crípticos de la Tierra y estaba familiarizado con los Manuscritos Pnakóticos de la distante y helada Lomar. Se llamaba Barzai el Sabio, y los lugareños cuentan cómo escaló una montaña la noche del extraño eclipse.

Barzai sabía tantas cosas sobre los dioses que podía contar sus idas y venidas; y adivinaba tantos secretos que se tenía a si mismo por un semidiós. Fue él quien aconsejó prudentemente a los diputados de Ulthar cuando aprobaron la famosa ley que prohibía matar gatos, y quien dijo al joven sacerdote Atal adónde se habían ido los gatos negros, en la medianoche de la víspera de san Juan. Barzai estaba profundamente versado en la ciencia de los dioses de la tierra, y le habían entrado deseos de ver sus rostros. Creía que su hondo y secreto conocimiento de los dioses lo protegería de la ira de éstos, y decidió escalar la cima del elevado y rocoso Hatheg-Kla una noche en que sabía que los dioses estarían allí.

El Hatheg-Kla está en el desierto pedregoso que se extiende más allá de Hatheg, del cual recibe el nombre, y se alza como una estatua de roca en un templo silencioso. Las brumas juegan lúgubremente alrededor de su cima porque las brumas son los recuerdos de los dioses, y los dioses amaban el Hatheg-Kla cuando habitaban en él, en otro tiempo. Frecuentemente visitan los dioses de la tierra el Hatheg-Kla, en sus naves de nube, y derraman pálidos vapores sobre las laderas cuando danzan añorantes en la cima, bajo una luna clara. Los aldeanos de Hatheg dicen que no conviene escalar el Hatheg-Kla en ningún momento, y que es fatal hacerlo de noche, cuando los pálidos vapores ocultan la cima y la luna; sin embargo, no les escuchó Barzai cuando llegó de la vecina Ulthar con el joven sacerdote Atal, su discípulo. Atal sólo era hijo de posadero, y a veces tenía miedo; pero el padre de Barzai había sido un noble que vivió en un antiguo castillo, por lo que no había supersticiones vulgares en sus venas, y se reía de los atemorizados aldeanos.

Barzai y Atal salieron de Hatheg hacia el pedregoso desierto, a pesar de los ruegos de los campesinos, y charlaron sobre los dioses de la tierra junto a su fogata, por las noches. Viajaron durante muchos días, hasta que divisaron a lo lejos al altísimo Hatheg-Kla con su halo de lúgubre bruma. El décimo tercer día llegaron al pie de la solitaria montaña, y Atal confesó sus temores. Pero Barzai era viejo, sabio, y no conocía el miedo, así que marchó delante osadamente por la ladera que ningún hombre había escalado desde los tiempos de Sansu, de quien hablan con temor los mohosos Manuscritos Pnakóticos.

El camino era rocoso y peligroso a causa de los precipicios y acantilados y aludes. Después se volvió frío y nevado; y Barzai y Atal resbalaban a menudo, y se caían, mientras se abrían camino con bastones y hachas. Finalmente el aire se enrareció, el cielo cambió de color, y los escaladores encontraron que era difícil respirar; pero siguieron subiendo más y más, maravillados ante lo extraño del paisaje, y emocionados pensando en lo que sucedería en la cima, cuando saliera la luna y se extendieran los pálidos vapores. Durante tres días estuvieron subiendo más y más, hacia el techo del mundo; luego acamparon, en espera de que se nublara la luna.

Durante cuatro noches esperaron en vano las nubes, mientras la luna derramaba su frío resplandor a través de las tenues y lúgubres brumas que envolvían el mudo pináculo. Y la quinta noche, en que salió la luna llena, Barzai vio unos nubarrones densos a lo lejos, por el norte, y ni él ni Atal se acostaron, observando cómo se acercaban. Espesos y majestuosos, navegaban lenta y deliberadamente; rodearon el pico muy por encima de los observadores, y ocultaron la luna y la cima. Durante una hora larga estuvieron observando los dos, mientras los vapores se arremolinaban y la pantalla de nubes se espesaba y se hacía más inquieta. Barzai era versado en la ciencia de los dioses de la tierra, y escuchaba atento los ruidos; pero Atal, que sentía el frío de los vapores y el miedo de la noche, estaba aterrado. Y aunque Barzai siguió subiendo más y más, y le hacía señas ansiosamente para que fuera también, Atal tardó mucho en decidirse a seguirlo.

Tan densos eran los vapores que la marcha resultaba muy penosa; y aunque Atal lo siguió al fin, apenas podía ver la figura gris de Barzai en la borrosa ladera, arriba, a la luz nublada de la luna. Barzai marchaba muy delante; y a pesar de su edad, parecía escalar con más soltura y facilidad que Atal, sin miedo a la pendiente que empezaba a ser demasiado pronunciada y peligrosa, salvo para un hombre fuerte y temerario, y sin detenerse ante los grandes y negros precipicios que Atal apenas podía saltar. Y de este modo escalaron intensamente rocas y precipicios, resbalando y tropezando, sobrecogidos a veces ante el impresionante silencio de los fríos y desolados pináculos y mudas pendientes de granito.

Súbitamente, Barzai desapareció de la vista de Atal, y salvó una tremenda cornisa que parecía sobresalir y cortar el camino a todo escalador que no estuviese inspirado por los dioses de la tierra. Atal estaba muy abajo, pensando qué haría cuando llegara a dicho punto, cuando observó curiosamente que la luna había aumentado, como si el despejado pico y lugar de reunión de los dioses estuviese muy cerca. Y mientras gateaba hacia la cornisa saliente y hacia el cielo iluminado, sintió los más grandes terrores de su vida. Y entonces, a través de las brumas de arriba, oyó la voz de Barzai que gritaba locamente, de gozo:

-¡He oído a los dioses! ¡He oído a los dioses de la tierra cantar dichosos en el Hatheg-Kla! ¡Barzai el profeta conoce las voces de los dioses de la tierra! Las brumas son tenues y la luna brillante; hoy veré a los dioses danzar frenéticos en el Hatheg-Kla que tanto amaron en su juventud. La sabiduría hace a Barzai más grande aún que los dioses de la tierra, y los encantos y barreras de todos ellos no pueden nada contra su voluntad; Barzai contemplará a los dioses de la tierra, aunque ellos detesten ser contemplados por los hombres.

Atal no podía oír las voces que Barzai oía, pero ahora estaban cerca de la cornisa, y buscaba un paso. Y entonces oyó crecer la voz de Barzai de forma más sonora y estridente:

-La niebla es muy tenue, y la luna arroja sombras sobre las laderas; las voces de los dioses de la tierra son violentas y airadas; temen la llegada de Barzai el Sabio, porque es más grande que ellos... La luz de la luna fluctúa, y los dioses de la tierra danzan frente a ella; veré danzar sus formas, saltando y aullando a la luz de la luna... La luz se debilita; los dioses tienen miedo...

Mientras Barzai gritaba estas cosas, Atal notó un cambio espectral en todo el aire, como si las leyes de la tierra cedieran ante otras leyes superiores; porque aunque el sendero era más pronunciado que nunca, el ascenso se había vuelto espantosamente fácil, y la cornisa apenas fue un obstáculo cuando llegó a ella y trepó peligrosamente por su cara convexa. El resplandor de la luna se había apagado extrañamente; y mientras Atal se adelantaba en las brumas, monte arriba, oyó a Barzai el Sabio gritar entre las sombras:

-La luna es oscura y los dioses danzan en la noche; hay terror en la noche; hay terror en el cielo, pues la luna ha sufrido un eclipse que ni los libros humanos ni los dioses de la tierra han sido capaces de predecir... Hay una magia desconocida en el Hatheg-Kla, pues los gritos de los dioses asustados se han convertido en risas, y las laderas de hielo ascienden interminablemente hacia los cielos tenebrosos, en los que ahora me sumerjo... ¡Eh! ¡Eh! ¡Al fin! ¡En la débil luz, he percibido a los dioses de la tierra!

Y entonces Atal, deslizándose monte arriba con vertiginosa rapidez por inconcebibles pendientes, oyó en la oscuridad una risa repugnante, mezclada con gritos que ningún hombre puede haber oído salvo en el Fleguetonte de inenarrables pesadillas; un grito en el que vibró el horror y la angustia de una vida tormentosa comprimida en un instante atroz:

-¡Los otros dioses! ¡Los otros dioses! ¡Los dioses de los infiernos exteriores que custodian a los débiles dioses de la tierra!... ¡Aparta la mirada!... ¡Retrocede!... ¡No mires! ¡No mires! La venganza de los abismos infinitos... Ese maldito, ese condenado precipicio... ¡Misericordiosos dioses de la tierra, estoy cayendo al cielo!

Y mientras Atal cerraba los ojos, se taponaba los oídos, y trataba de descender luchando contra la espantosa fuerza que lo atraía hacia desconocidas alturas, siguió resonando en el Hatheg-Kla el estallido terrible de los truenos que despertaron a los pacíficos aldeanos de las llanuras y a los honrados ciudadanos de Hatheg, de Nir y de Ulthar, haciéndoles detenerse a observar, a través de las nubes, aquel extraño eclipse que ningún libro había predicho jamás. Y cuando al fin salió la luna, Atal estaba a salvo en las nieves inferiores de la montaña, fuera de la vista de los dioses de la tierra y de los otros dioses.

Ahora se dice en los mohosos Manuscritos Pnakóticos que Sansu no descubrió otra cosa que rocas mudas y hielo, la vez que escaló el Hatheg-Kla en la juventud del mundo. Sin embargo, cuando los hombres de Ulthar y de Nir y de Hatheg reprimieron sus temores y escalaron ese día esa cumbre encantada en busca de Barzai el Sabio, encontraron grabado en la roca desnuda de la cima un símbolo extraño y ciclópeo de cincuenta codos de ancho, como si la roca hubiese sido hendida por un titánico cincel. Y el símbolo era semejante al que los sabios descubrieron en esas partes espantosas de los Manuscritos Pnakóticos tan antiguas que no se pueden leer. Eso encontraron.

Jamás llegaron a encontrar a Barzai el Sabio, ni lograron convencer al santo sacerdote Atal para que rezase por el descanso de su alma. Y todavía hoy las gentes de Ulthar y de Nir y de Hatheg tienen miedo de los eclipses, y rezan por la noche cuando los pálidos vapores ocultan la cumbre de la montaña y la luna. Y por encima de las brumas de Hatheg-Kla los dioses de la tierra danzan a veces con nostalgia, porque saben que no corren peligro y les encanta venir a la desconocida Kadath en sus naves de nube a jugar como antaño, como hacían cuando la tierra era nueva y los hombres no escalaban las regiones inaccesibles.