abril 28, 2006

QUIÉN ERES, QUE ME TIENES EN ESTE MOMENTO DE LA MANO...

Apoco no les ha pasado que de pronto ven o charlan un poco con una chava y en el momento no le piden ningún dato para mantener contacto y después caen en razón y se lamentan el no haberlo hecho; pues eso mismo me ha pasado en estos días, conocí una chava de un bachillerato de la U de C y me he quedado prendido de ella, su maldita cara me atormenta por las noches y no me deja dormir, ansío el momento en el que pueda cruzar de nuevo algunas palabras para poder recuperar mi condición humana.

abril 27, 2006

SOBRE LOS RECUERDOS...

Cuando te amé quise ver el mundo contigo. Llegué a creer que el amor que sentía por ti era como un lente invisible que me permitía descubrir los detalles insospechados que los demás, pobres insulsos no podían ver. Imaginaba entonces nuestro futuro como persiguiendo un hilo de luz dentro de un calidoscopio infinito. ¡Era una sucesión de sueños multicolores! Aquél nuestro amor era un perenne arcoiris desbordando magia. Por ejemplo recuerdo que pensando en ti, de repente podía pasar que ya no existíamos en este presente bochornoso sino que era yo un cuerpo hecho nube blanca y tu una cara de ángel cubierta de besos en un ingrávido universo paralelo y qué va!... la fantasía me daba hasta para sorprenderme de mi increíble condición física, corriendo contigo de la mano como un campeón olímpico por las calles de Tokio buscando un McDonalds mientras los japoneses envidiosos nos tomaban fotos detrás de los Nissans y Toyotas, o nos imaginaba, así de la nada, perdidos entre los edificios de Londres como dos tontos sólo por ahorrarnos el pasaje del metro; otras veces éramos tú y yo seres sobrehumanos tirando boronas de pan a la gente hecha hormigas desde la Torre Eiffel. ¡Cuán creativa era aquella jovial ilusión! ¡Y cuán hermoso el crisol de emociones que era tu rostro!


Oh aquéllos días, cómo parecían nunca terminar. En retrospectiva me es fácil reconocer que aunque tú pocas veces estuviste dispuesta a matar por mi, yo moría día a día por ti. No dudo que fue el gran amor. Sin embargo, Dios tiró sus dados y perdimos. Hoy que ya no nos amamos, en ciertas tardes me da por recordar aquéllos tiempos cuando nos amábamos. Y no creas; yo no olvido. Yo no olvido por ejemplo, que cuando nos amábamos nos instalamos sensores en el corazón y en el cielo mandamos a orbitar sobre
la Tierra un satélite que conectaba nuestras emociones. Tengo aún presente cómo en distancias insalvables, cuando nos amábamos nos salían tentáculos que se extendían sobre cualquier frontera y nos volvíamos pulpos gigantes entrelazados. Hoy que yo no me muero por ti y tú mucho menos matarías por mi, no te imaginas, cómo presiento a veces, en mi ternura, que tu alma y la mía aún corretean praderas eternas, persiguiendo mariposas en sendos trajes de niño.

EL PODER DE UNA CHARLA...

Hace un rato sostuve una charla con el Neri en el bachillerato # 3 acerca de relaciones pasadas y como es irremediable, terminé recordando a aquella mujer que en su momento fue el centro de todo mi universo y ama y dueña de mis pasiones; curiosamente ya no sentí más que un poco de añoranza por un momento, pero después sólo fue hacer un recuento sobre lo que fue, lo que sentí y en qué forma terminó.

Y viéndolo bien, creo que después de todo este tiempo, estaría en mejor posición de recuperar a la amiga que se fue junto con la pareja perdida en aquella frívola batalla. De paso, saltaron al momento recuerdos desde lo más hondo de mi memoria que en su momento formaron parte de mi vida y por ende, tuve que analizar y reflexionar un poco sobre ellos a la vez que los relataba. Me da gusto ver que pude superar los obstáculos de aquellos momentos. Ya que estoy hablando de momentos significativos, debo citar la charla de hoy con compañeros y un par de maestros de la facultad; con ellos compartimos el por qué estamos metidos en la Filosofía, mejor dicho, el cómo es qué paramos aquí.

abril 25, 2006

SEIS MESES...

Parece que fue ayer, sin embargo corre hoy el sexto mes…



Las dudas y las crisis existenciales son un buen punto para reflexionar y crear un poco de conciencia sobre la vida misma, no es que sea vitalista, al menos eso creo, pero comienzo a pensar que el tener un renacimiento en mi fugaz pero querida vida, me ha dado una perspectiva totalmente nueva acerca de lo que puede ser una existencia liberada y menos pesada, sin ataduras ni mucho menos lastres que detienen mi caminar mundano.

LA MUERTE A UN PASO DE MÍ...



Yo sí te quise, mi amor. Cómo no. Yo te admiraba. Yo te amaba con locura. Yo te conocía. Y tú a mí también. Pero te alejaste como una vil canalla, y si al amarme fuiste mediocre, para hacerme daño no ha habido nadie como tú. Me has clavado una daga en el centro de mi pecho, en el centro de aquello que antes fuera tu mundo. No has tenido piedad al lastimarme.

Por ello digo, que conocerte ha sido un trauma grotesco. Los recuerdos no valen nada, si tú te has parado encima de cada cosa que compartimos, si con tus nuevos pasos los has ido haciendo añicos. Un tiempo me pedías con los ojos entornados, que te soñara castillos y duendes, y yo por ti lo daba todo. Me exiges ahora mi perdón, y mi aceptación, porque un amigo como yo, sería una lástima perderlo. Me río de tus manías. Preferiría que me dijeras, que aún hay un modo de que te haga completamente feliz. Que me digas: amor mío, muérete de una vez.

Cuanto sufrimiento ha convocado mi amor herido, cuanto tormento. Cuántos días más así ¡No lo quiero más! Te lo juro que no lo soporto, prefiero morir. Maldita sea, mátame ya. Rocíame gasolina, préndeme fuego. Rómpeme las costillas a martillazos. Reviéntame el corazón entre tus dedos.

Este amor nuestro es un infinito agujero negro, que me absorbe y me deforma. Me asesina tu terrible indiferencia. Me has dejado destrozado y has clavado un puñal en cada parte importante. Tu desconocimiento de mi, es el peor de los reproches.

Escúpeme en la cara tu felicidad, lo mucho mejor que te encuentras ahora que carecemos el uno del otro. ¿Es lo que siempre has querido? Yo dudo de todas tus verdades, las pasadas, presentes y futuras. No hay en ti nada que yo crea. Sigue así, jugando a la libertad. Pero no pongas nuestro amor en mis manos como un pájaro muerto. Jamás te perdonaré esa osadía. De nuestro amor he heredado un ataúd abierto. Lo construiste tú, a mi medida exacta. Muchas gracias por tal gesto.

Si tu puedes hacer ahora lo que te venga en gana porque a mi tu vida ya nada me ha de importar, yo te puedo decir por qué no, que eres solo decadencia. El mundo es un lugar siniestro, tanto así que el infierno con su sangre oscura y su fuego calcinante me seduce más que quedarme aquí, soportando que vivas al mismo tiempo. Tu más que cualquier persona en este planeta, deberías de saber que no estoy acostumbrado a la injusticia, ni al hambre, ni al miedo. Mucho menos en mi persona. Por ello, pido un milagro de tu parte, que no sucede nunca, y pierdo la fe. Tú no eres nadie, y por ello dejo de creer poco a poco que la salvación estaba en tus labios. Cuantas noches he estado a un minuto de la muerte. Cuantas noches más hasta que suceda.

Es imposible cerrar los ojos con serenidad. Mi cama jamás está en reposo, nunca lo ha estado, y ahora mucho menos. Basta que me mires una noche cualquiera para saberlo. Antiguamente tenían mis cobijas un alma femenina que de noche se desnudaba lentamente para darme calor. Últimamente el insomnio es terrible. Ya no recuerdo las tardes en que mordía tus senos a la luz de una candela. La paz me espanta de repente y revienta el caos. Me asaltan pesadillas terribles en medio del silencio. Oigo infinidad de voces gritar mi nombre, entre ellas la mía propia reprochándome, lastimándome con quejidos desgarradores. Siento ganas de arrancar mis carnes, dejar de llorar, morir y que me encuentren así, con los ojos abiertos, desnudo en mi cama, con los puños ensangrentados y tu nombre en la pared aún sangrando. No soporto más el martirio. Quiero sumergirme en la no existencia, la tranquilidad eterna de habernos perdido.

Aunque todo ha sido solamente tu culpa, y es la cruz que sola has de cargar, de noche siento asfixia. Y para evitar llamarte, me levanto y porque se que odias a las personas que fuman, me prendo un cigarrillo tras otro, y me miro al espejo, esperando el cáncer, diagnosticándome alguna lepra, alguna enfermedad terminal. No reconozco esta palidez, esta agitación, estos ojos perdidos, a un paso de la locura. Por qué el placer del cuchillo en mi mano, rayando mis brazos. Tengo la espantosa sensación de reconocer en mis pupilas el principio del corredor de la muerte.

Pero a pesar de tu abandono, no estoy solo. Un ángel sobrevuela mi espalda día y noche. Aquel que habías enviado para cuidarme, se ha suicidado. Es otro el que me acompaña, y no sé si será un ángel de la muerte, o simplemente un ángel de la desolación. Anda detrás de mí durante muchas horas, lleva ya días hundiéndome agujas de veneno en la espalda, abriéndome las heridas para que jamás cicatricen. No se ha querido ir, yo no lo espanto. Al finalizar el día, cuando me acuesto, se anima y se acuesta conmigo. Junto a mí, como lo hacías tú con tu sexo humedecido. No contento con mi depresión, se queda hasta verme derramarte lágrimas furiosas, hasta que me vence la paranoia de mis pesadillas. Al salir el sol, aún está conmigo, mirándome sin hacer ruido, con la misma parsimonia con que me ha acompañado toda la madrugada. Yo no puedo ponerme de pie, hacerlo a un lado. El dolor que causas, me ha petrificado en vida. Las cortinas una vez más, permanecen cerradas.

No lo dudes que esto que llamarás mi “demencia” está a la altura de un amor tan grande, y de una traición semejante. Es mi manera de mitigar mis sentimientos, de reclamarte cada puñalada que no he esperado. Me repugna que no lo sepas comprender, si tú lo has creado todo. No finjas inocencia ahora, no te salves. Me ofende tu irresponsabilidad por tu propia actitud. Cuando te amé, te pensé más. Ahora necesitas el consuelo de otras personas que nada tienen que ver en esta historia, que nada saben, que nada sienten, que solo juzgan. Que quede claro que yo no quiero nada que ver con irremediables ignorantes.

Que no me hablen, que no me escriban, que nadie me venga a contar sus historias deprimentes, sus consejos de revista. No tengo oídos para quienes reducen tu daño, aprueban tu actitud, me critican de desproporcionado y motivan mi resignación. No quiero más calumnias denigrantes. Estoy cansado, estoy harto de este mundo sensacionalista.

Quiero dormir nada más, dejarte ir, ser yo mismo de principio a fin. Y si hablo dormido que no me hagan caso, y si digo tu nombre en alguna blasfemia incontenida, si me quejo, si tengo celos, que se hagan los sordos porque con nadie he de rectificar ni mierda. Quiero que hagan de cuenta que estoy enterrado demasiado profundo bajo tierra, que me mataste o que yo me he matado por odio a este sentimiento, y que sepan de una vez por todas, que nadie puede hacer nada por mi, hasta el día de la resurrección, si alguna vez viene.

Quiero ir muerto por las calles, sin que nadie se dé cuenta de mis pasos, que a nadie le importe mi caminar cabizbajo o mi violencia contenida. No quiero llamar más la atención, ni la tuya ni la de nadie. Cada quien con su sufrimiento y sus verdades. Para que me crean indiferente al destino, también puedo mentir.

Quiero ser tan solo una sombra en el callejón de la vida, esperando un balazo de luz en el cráneo. Mi cuerpo se conforma con las rosas negras que has ido tirándome con desprecio. La lástima colectiva me es innecesaria. Mi mente no está aquí para arrodillarse ante ningunas palabras. Mi voluntad no está hecha para eso. Si te amé con toda mi alma y me hice respetar, deseo nada más que aprendan a respetar este cadáver que has dejado ahogado en tus mentiras. Que todo el mundo se calle ante lo inevitable. Que entiendas tú, nadie más, que un día yo moriré. Yo te prometo que cuando suceda, tú morirás también.

abril 17, 2006

XXXI

No sé si recuerdas las noches enteras en las que rendíamos tributo a Eros a la sombra del tiempo. Ignoro si aún mis manos siguen marcadas en tu espalda, desconozco si mi olor aún persiste en tu piel, la duda me avasalla cada vez que me pregunto si yo sigo entre tus piernas. A veces quisiera correr tras de ti y suplicarte un poco de eso que teníamos y que más no volverá,

En las noches procuro no pensar en tus piernas tan llenas de sabor y textura sutil que es digna de sentirse y apretarse, de tocarse y devorarse. Procuro no pensar en tus senos, dulces caramelos, juguetes extremos y productores de deseos salvajes y arrebatos sin freno. Extraño tu cintura, tu carne, tus desprecios y esos golpes tan certeros que mataban mis anhelos.

Añoro el día que vuelvas y pueda hablarle al oído a tu entrepierna, ardiente, jugosa, degustable, serena e intensa. Quiero ver una vez más tus alas abiertas en su totalidad esperando por mi néctar dador de vida, por mi furia cadenciosa y mi incesante deseo de tenerte, de fundirme en uno solo contigo, de arrancarte las ganas de ser de alguien, aunque sepa que no piensas en mí y tus gemidos sean producto de un autómata capaz de recibir y no dar ni una miseria a los perros hambrientos.

Necesito sentir tus entrañas ardientes, jugosas, húmedas y veneradas, poder darte toda una vida y escurrir por tu piel hasta morir en las sábanas mojadas. Quiero verte empuñar el arma homicida una vez más…

abril 14, 2006

UNA REUNIÓN DE MI SALÓN, ABURRIDO-EXTREMO






ACERCA DE UNA ROLA Y UN LIBRO...

Por alto que esté el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habrá una barrera en el mundo que este amor profundo no rompa por ti…

Demonios, hace un rato que no escuchaba esa frase. Recuerdo que la primera vez que la escuche, fue en una canción de Café Tacaba, en la rola de Las Batallas, y la segunda la leí en el libro Las Batallas en el Desierto de José Emilio Pacheco, el cual me gustó mucho. Cito esta frase porque por alguna extraña razón me encuentro inmerso en la maldita nostalgia por un amor, sí, esa que hace que uno se sumerja en la angustia y la ansiedad y provoca una rara pero a la vez bella y desagradable sensación y necesidad de tener a alguien a un lado para amarle y que le ame a uno, en fin, creo que voy que vuelo directo a una deliciosa crisis existencial. Pero como dice un buen filósofo, los momentos de desastre y cambios violentos gestan en el individuo una respuesta que a su vez genera un cambio, dicho cambio debe ser para progreso y bien personal o de sociedades, según sea el caso.

Lo cierto es que no creo que sirva… bueno, no siempre, al menos eso puedo decir en base a mi experiencia maniaca…

Me voy, voy con los cuates a dar un tour en bicicleta, jajajaja, qué me sucede, lo sigo diciendo, entro en crisis…

abril 02, 2006

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

SUEÑO DE UNA NOCHE DE VERANO

Las sabanas rodeaban tu cuerpo envolviéndolo mientras dormías el sueño póstumo del clímax, tus piernas cerradas ya, albergaban el fruto de las maravillas, ardiente aún y destilando el jugo de la fantasía. Tus brazos no atrapaban a mi cuerpo ansioso de sentirte nuevamente mía. El sudor servía de espejo de nuestras acciones, el colchón húmedo de sostén de nuestra algarabía y tu carne de trémulo testigo.

El corazón, más no podía, me encontraba inmerso en el ajetreo de mi largo espasmo que me recordaba la belleza de las estrellas y la finitud de las mariposas. La erupción inminente de mi cuerpo te llenaba toda de mí, de mis mil y un años de locura, ardiente, tomabas como tuya la fuerza de mi envergadura, no pronunciabas palabra alguna, solamente gemías, enterrabas cual salvaje bestia las garras en mi espalda empapada de aquel espejo.

Sola tú te consumías, fogosa fiera prolongadora de inalcanzables instantes. Una vez más me hacías tuyo, una vez más sin apuro, sin rabia, sin compasión, ahogabas tus deseos en mi carne, comías de mí lo que es tuyo.

Al fin llegó la paz, por fin abriste los ojos, por fin sacaste las garras de mis adentros, devoraste el bocado digno de nuevas vidas, ahora el tiempo se detiene, las almas regresan a sus cuerpos, el olimpo termina su rugido, la existencia llega a su máxima expresión. La luna da su aprobación a lo vivido mientras el vacío invade mis sentidos, la mariposa del hastío emprende vuelo y se posa en mi ombligo, no puedo dejar de sentirlo, es mi naturaleza el tenerte en el olvido y sólo mía en un suspiro. Tu mirada se clava en mí mientras procuro mi mejor esfuerzo por no ser presa de Morfeo distendido,

Odio este momento, clavas tu mirada como buscando respuestas, yo solo siento que no las hay, y si las buscas no están en mí, sino entre tus piernas.

De pronto el viento entró incesante por la ventana logrando hacer luz mi fantasía, no eras tú, no era yo, era solo una de esas noches de verano cuando mi alma clama por ti, dulce amiga amante mía.