septiembre 29, 2006

"LA BITÁCORA O EL LABORATORIO PERSONAL"

La otra vez, navegando por las frías aguas del Internet, me encontré con un artículo que habla sobre el Blog y sus alcances, así como también del compadre Cioran. Espero les agrade tanto como a mí y que éste llegue a ser un muy buen argumento para fortalecer o justificar estas noches de locura y angustia tan llenas de letras y sueños de alcobas.

La bitácora o el laboratorio personal

JUSTO SERNA

EL PAÍS - 28-03-2005



Un blogger que se vale del anonimato me reprende y me rebate la argumentación demasiado literaria de la que yo me serviría para reflexionar sobre las bitácoras: ya saben, esos diarios o blogs que tantos individuos editan y publican en Internet, yo entre ellos, cuadernos que para lgunos quizá exagerados están revolucionando el propio concepto del periodismo. Eso mismo confesaba Tom Wolfe al corresponsal de EL PAÍS. Que se cite a Emil Cioran para abordar qué sea blog parece algo forzado, artificioso, algo exagerada e innecesariamente culto. Y, sin embargo, Cioran nos enseña mucho sobre qué es una bitácora, pues el mismo se valió de dicho género para expresarse y para elaborar fragmentos, para arrancarse trozos de sí mismo y para anotar su estupor. Por ejemplo, entre 1957 y 1972, escribió unos cuadernos para su uso personal, unos cuadernos que estaban semienterrados y que sólo cuando murió, su viuda, Simon Boué, editó.


Como el propio Cioran añadió en una anotación de dicha obra, "voy a aferrarme a estos cuadernos, pues es el único contacto que tengo con la escritura. Llevo meses sin escribir nada. Pero este ejercicio cotidiano tiene algo bueno, me permite acercarme a las palabras y verter en ellas mis obsesiones, al tiempo mis caprichos: lo esencial y lo inesencial quedarán consignados igualmente en ellas". Fijémonos: no emplea los cuadernos como una obra literaria más, sino como un laboratorio personal, como ese espacio hecho de palabras en el que se comunica consigo mismo llevando hasta el límite el propio idioma que ha abrazado.

Pero no es tanto un ejercicio de estilo como una evacuación. Escribir como la tarea propia de un deshollinador. "Porque escribir, por poco que sea, me ha ayudado a pasar los años, pues las obsesiones expresadas quedan debilitadas y superadas a medias", le confiesa a Fernando Savater en una de sus Conversaciones. "Estoy seguro de que si no hubiese emborronado papel, me hubiera matado hace mucho. Escribir es un alivio extraordinario".

Pero el blogger no sueña sólo con escribir secretamente, sino que alimenta el narcisismo de ver publicadas sus anotaciones, incluso en forma de libro. Ya hay editado un volumen español, por ejemplo, y se anuncia para dentro poco otro que recogerá textos del pasado año. La bitácora sería también así el lugar de la evacuación, el espacio en el que expresar obsesiones con el fin de que al anotarse y publicarse se debiliten y no pesen en el interior. ¿Por qué razón? Porque, según le confesaba Sherlock Holmes a Watson en Estudio en escarlata, nuestro interior es como un pequeño ático de pocas piezas, un ático vacío en el que hemos de meter el mobiliario necesario: las gentes necias, continuaba el detective, amontonan sin criterio, dejando poco lugar para los enseres precisos o anulando el espacio mismo, convertido de ese modo en un ámbito impracticable o inhabitable. Hay, pues, muchas obsesiones que vendrían a ocupar indebidamente el espacio reservado para uno mismo.

Por eso, lo mejor es, en efecto, escribir en un cuaderno, al modo de Cioran, o ahora en una bitácora aquello que siendo sobrante no es estrictamente desechable, una bitácora en la que ensayar sobre las propias ideas con el fin de que no ocupen nuestro ático ya repleto de experiencias. Por eso, también es útil publicar esas cavilaciones pues, como el propio ensayista admitía, cuando publicamos, esas especulaciones se nos hacen exteriores. "Se desprende uno de todo lo que ama y sobre todo de todo lo que detesta de uno mismo", añadía.

Por tanto, frente a lo que puedan pretextar tantos bloggers (que el ámbito y el hábito de bitácora nada tienen que ver con el narcisismo, con las obsesiones, con las cavilaciones), el acto de escribir anotaciones es una suerte de terapéutica. Idéntico a lo que admitió, otra vez, Emil Cioran: ése "es el sentido profundo de todo lo que he escrito (...), pues para mí escribir es exactamente eso, es atenuar como una presión interior debilitarla: por tanto, una terapéutica". Lo expresado se vuelve efectivamente externo, al menos en parte, y se asemeja a la operación estricta de expectorar, nada menos.

Además, cuando anotas inevitablemente simplificas, te rebajas a expresarte y las palabras enunciadas y registradas en el cuaderno pierden ese brillo probable que tenían antes de materializarse. Nuevamente, Cioran lo dijo con talento: "en cuanto escribes algo, pierde en seguida todo su misterio, se fastidió; lo has destruido y también a ti mismo (...). Por tanto, quien escribe es alguien que se vacía y, al cabo de una vida, acaba en la nada". Ojalá no nos pase eso último a quienes escribimos cotidianamente en esta suerte de diario inconexo que es la bitácora: admitimos que todo pierda el brillo previsto de cuando sólo era una idea inexpresada, admitimos que eso escrito y leído por otros no sea gran cosa, pero lo que no podemos admitir, contra Cioran, es que ese vaciamiento nos lleve a la nada. La nada ya nos llegará con la muerte: mientras tanto, anotamos.

Justo Serna es profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia.

septiembre 28, 2006

"fuera del alcance de los sentidos pero tan cerca de la razón. Mi existencia desbocada cabalga hacia la desesperación". Mauicio Soriano

Hace no mucho tiempo, revisaba mis carpetas en donde guardo mis escritos y me encontré con una que se llama: creados e increados, la cual contiene aquellos escritos que se quedan sin terminar por una u otra razón. Considero justo el dejar que sean leídos y así expiar mi culpa. Así que aquí están.



I

Por la mañana fui a recoger mi beca del gobierno del estado, lo cual me sorprendió bastante, pues que yo sepa, ya no me la iban a dar, en fin, ese no es el caso. Después de salir del evento, me dirigí a cobrar el respectivo cheque y mientras, sostuve una amena y ensalzada plática con uno de los Filósofos existencialistas-nihilistas-fatalistas-vitalistas más aferrados y tenaces que conozco, el buen Neto. La charla comenzó por un artículo de un escritor muy fuera de borda, no recuerdo el nombre, así que me veo obligado a ponerlo después. Las palabras comenzaron a fluir como siempre, fundiéndose en lo que más tarde sería un punto de reflexión, de esos que llevan a uno mismo a cuestionarse muchas cosas, pero a la vez encuentra soporte y una especie de colchón en el pensamiento de los demás, lo cual llena de una sensación de satisfacción que apacigua los briosos corceles de la conciencia.




II

Al entrar a la habitación pude percatarme de un charco de sangre que comenzaba a cuajarse y entre las cosas tiradas distinguí lo que parecían ser vísceras; aún calientes las tomé y las eche en una bolsa para que nadie pudiera darse cuenta del horrendo crimen que se acababa de cometer. Limpié el suelo, acomodé las cosas y salí a comprar un aromatizante, pues el ambiente aún olía a ti…



III

Caminando esta noche en tu piel, tropecé con el olvido, supe que este amor tardío puede llevarme a vivir en el vacío. Que tus honduras me conducen al camino de las maravillas para después perderme en la distancia.

Caminando esta fría noche por tu piel he descubierto el más poderoso sentimiento, la locura más ruin y el temor que rompe los huesos y desgarras las entrañas con tan sólo pensarlo. Al andar tus senderos marque vello a vello el paso mis pasos son cariño




IV

Estos días han transcurrido llenos de esa magia a la que no quiero llamar vitalismo a la ligera, pues desde mi muy personal punto de vista, los vitalistas son suicidas desviados de su camino, cristos que han dejado la cruz por un lado y han decidido tomar un descanso. Sino que los describiré como plenos, llenos de vivencias, emociones, situaciones y suertes de todo tipo.

He terminado la primera evaluación parcial de tres que se llevan a cabo durante el semestre, no obstante, creo que no voy a obtener los resultados deseados. Y es de esperarse, pues mi mente en estos días ha sido una rara mezcla etérea que apenas si se deja notar. La cordura ha jugado un papel primordial en este juego que no he decidido jugar; ahora más que nunca, necesito romper ataduras y comenzar una etapa más en mi putrefacta vida. Debo dejar tras de mí una cruz que no he podido tirar desde hace ya más de tres años. Me resulta un tanto cruel tener que decirlo y mucho más tener que hacerlo. Esa cruz ha sido desde el inicio de esta aventura un “colchón” en el cual he buscado refugio. No obstante las cosas compartidas, existen situaciones y emociones que no dejan de mover el espectáculo “tras bambalinas”.

A esa cruz le debo ante todo una buena explicación, aunque no sea de frente, sino en mis adentros. También cuento con reclamos nunca hechos, en especial aquel que casi me cuesta la existencia, aquel que me tenía sumergido en el largo letargo que me ha costado innumerables noches de vuelcos sobre la cama. No quiero ser sentimentalista pero no encuentro un mejor método para dejar la cruz a un lado del camino y seguir mi andar




V

Si bastase una sola palabra para poder entender tus crueles intensiones, entonces daría una vida entera. Sin embargo, tú solo piensas en tus ganas de perderme mientras que yo me desgarro por quedarme siempre a tu lado, como perro guardián, cuidando tus faldas y corriendo tras las migajas que de cuando en cuando dejas caer, aunque creo que caen por accidente, no por voluntad, pues no hay en ti una pequeña muestra hacia mí.

Ahora me preguntas si en verdad te amé y créeme que esa pregunta ha sido como una patada en la boca, ha derribado mis dientes y ha desaparecido mi lengua, así se siente, no puedo decir nada, quiero pero no lo logro. Tú maldito ego corre tras de mí encajándole un puñal cada que puede.




VI

El sol, los árboles, el agua, tú, yo; el escenario estaba puesto y listo para lo que más adelante sería un día como ninguno. Las nubes corrían al encuentro del sol y le hacían sombra al unísono con el viento templado que agitaba tus trémulos cabellos y dejaba expuestos tus deseos de no dejarme ir nunca de tu lado. Las nubes ignoraban el plan del destino y el olvido tendía ya su red implacable. Las aves silbaban a pulmón abierto la canción de amor que la naturaleza les enseñó, se respiraba un ambiente especial, lleno de



VII

Al despuntar el alba mis ojos no tienen a dónde mirar, sólo estás tú, erguida, fina, con tu piel de durazno, el viento que sopla agita tu cabello caprichosamente dejando ver tu rostro. Tus ojos tienen un brillo tan hermoso que resulta difícil mirar hacia otra parte, la luz parece ir bien contigo, el sol que toca tu silueta y acaricia cada parte de ti haciéndome sentir celoso e impotente. Es curioso, cómo al mirar ese brillo en tus ojos, quisiera congelar el tiempo y preservar ese instante para la eternidad, maldita sea, que frustrante es desear algo. A veces antes de dormir, mi mente vuela directo a ti, como odio que suceda así.




VIII

Hace algún tiempo que no te veo y extraño tus murmullos al oído, extraño tus gemidos, tus piernas calidas, tu sabor, tu olor, tu sudor y sobre todas las cosas, esos ojos tan tuyos que hacen pensar en el olimpo cuando los posas sobre mi… Añoro aquellas noches en las que la cama no nos alcanzaba, en la que las palabras sobraban y las miradas eran el lenguaje idóneo, aquellas noches que podíamos pasar la noche en vela sintiéndonos, saboreándonos y siendo uno solo.

Recuerdo cuando decías que sería siempre tuyo, que ni el olvido podría conmigo, más ahora soy cruel testigo del mismo destino, abolido, derrotado; me siento acorralado entre el amor y tu furia. No merezco esto, no merezco ser juzgado por ti



IX

Me seduce la tentación de tenerte entre mis brazos, de poder deslizarme tan fugaz y tan sigiloso cual serpiente por tus adentros que la razón no me da prueba de su existencia. Sólo me entrega cuentas el deseo, si, ese deseo tan irracional que me hace temblar cual perro rabioso. Sin embargo tus malditas acciones me matan cada vez que caigo en cuenta de ellas y quisiera arrancarte las entrañas y darlas a los perros hambrientos mientras observas aún con vida cómo lo hago.

En especial esta noche me ha invadido el sentimiento más amargo del que puede ser presa el humano; la ira, el odio son términos que resultan insuficientes para abarcar tanto sentir. Lastima que no es al contrario, en vez de amarte y desearte como la tierra pide a gritos a la lluvia, mi yo clama porque algo te pase y te mueras, para así poder danzar alegremente y tan lleno de dicha sobre tu maldita y estupida tumba y gritar a los cuatro vientos que tus acciones ya no podrán hacer mella en mi atormentada existencia tan llena de vacío y hostilidad.

Ahora me salta un problema al camino, pues después de toda la exaltación de tu sepulcro, caería en un profundo espiral hacia la desolación y la amargura jalaría las riendas de mi fallida historia. La soledad se haría aún más insoportable, cegaría mi vista, nublaría mi cielo y apartaría mi poca luz que a penas alcanza para llevar a cabo mis funciones de planta. Es pues que me resulta atormentador el hecho de quererte muerta y a la vez desearte viva; maldita la hora en que tu jodida existencia se cruzó con la mía.

Vaya dilema el mío, ¿pasará algún día?, espero que pronto por el bien de los dos. Que tan sólo se vaya igual que apareció y que deje a su paso una estela de luz de esperanza aunque yo no crea en ella. Así tendrá dos avances tu partida, el regreso a la esperanza y la liberación de tu jodida existencia.

X

Tras algunos días de ausencia he regresado de mi ataraxia temporal de mi irremediable contemplación reflexiva y especulativa que me tiene sujeto a esta existencia barata, tan llena de penas y congojas que me hacen querer tirar la toalla y salir huyendo tras el sueño eterno en el olimpo.


septiembre 27, 2006

ALGO QUE VER



EL NERI



EL SAM



TARZÁN (YO)



YO, NANCY, NERI, JAZ, ANYA, LAURA, ELIANE Y JAVI

YO

“EL QUE NO TOQUE ROCK’ N ROLL SE LE VAN A TORCER LAS MANOS”

Haciendo una especie de recuento o una pequeña síntesis de lo que ha sido este mes, el mes patrio, puedo comentar que ha estado cargado de muchas sensaciones y emociones, sin embargo han acontecido sucesos cuales como suspensiones en la escuela, el aniversario de una nueva vida, el primer día fuera después de mucho tiempo, el curso del implacable destino, la fatalidad de las noticias que alzan el vuelo como emisarias de malos presagios, en fin, muchas cosas son las que cruzan en mi existencia y de manera directa o indirecta influyen en ella.


Un lunes de este mes sucedió algo bastante tonto y por lo cual me suspendieron dos días, en verdad que no entiendo las políticas universitarias y mucho menos los acuerdos de mi escuela, a propósito, la “escuela de la risa”, pero qué más se le puede hacer; si se supone que soy revoltoso, agitador y hasta un “Mesías”, jajajajaja, en verdad que me causa gracia esa palabra.


hé aquí la prueba de mi suspensión


También en días pasados hubo dos reuniones, la primera de ellas en la ex casa del Azra, la cual estuvo muy amena, pues resultó ser un encuentro de ex compañeros de generaciones pasadas y de los nuevos. Por ahí estuvo el Piliwije (Ramón), el padrecito (Arturo), el Azra y su esposa, el mega rube (Rubén) con su esposa e hija, Neto, Selene, Cristian, Miguel, Irving, el aburrido, tres extranjeras, el TULLIDO del profe y por supuesto que YO.

De esa reunión se rescatan frases tan celebres como la siguiente: “EL QUE NO TOQUE ROCK’ N ROLL SE LE VAN A TORCER LAS MANOS”. Por su parte, la segunda reunión se llevo a cabo el día sábado en Comala, en la casa de Javier, amigo y compañero de Neri en el diplomado de medio ambiente o algo así. Ahí tuve la oportunidad de conocer a todo un grupo que se nota son muy botanas. La reunión al principio parecía un poco ceba pero conforme avanzó la tarde, la confianza salió a flote y la cura comenzó, las remembranzas de aventuras y viajes pasados me pudieron dar una idea de lo que tan peculiar grupo ha vivido en conjunto. Saludos a Javier, Laura, Jaz, Anya, Eliane, Odín y la demás gente presente, perdón si se me pasa algún nombre, pero soy medio malo con la memoria.

En otro tema, el lunes jugamos fut bol en la liga universitaria para acreditar las actividades deportivas, aunque yo acredito con el club de ciclismo, me mantengo al frente del seleccionado. Con respecto al resultado, el partido se suspendió por lluvia al minuto diez. Creo que es todo lo concerniente a este post. Nos vemos después.

septiembre 22, 2006

A PROPÓSITO DE ERNESTO NAVA, ERNESTO SÁBATO...


Por la tarde tuve la oportunidad de charlar un poco con el buen Neto, compañero Filósofo, el cual me pasó un fragmento de “La resistencia” obra de Ernesto Sábato, el cual, como siempre, tiene un as bajo la manga y este texto no puede ser la excepción.


Esta obra en particular me deja un sentimiento un tanto raro, en él puedo identificar a un humano detrás de todos esos símbolos, lo cual le da contenido y sentido al escrito, para mi es un escrito cargado de “eso” que invita a seguir por el camino que llevo…


"La Resistencia"
(Fragmentos)

AUTOR: ERNESTO SÁBATO

"La resistencia" es uno de los últimos trabajos de Ernesto Sabato; bajo la forma de una carta abierta, su esperanzador mensaje rescata el valor de las pequeñas cosas e invita a reflexionar sobre el sentido de la vida.

[ "Memorias del río inmóvil" >> ]


Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Este es uno de esos días.

Y, entonces, me he puesto a escribir casi a tientas en la madrugada, con urgencia, como quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la amenaza de un incendio, o como un barco que, a punto de desaparecer, hiciera una última y ferviente seña a un puerto que sabe cercano pero ensordecido por el ruido de la ciudad y por la cantidad de letreros que le enturbian la mirada.

Todavía podemos aspirar a la grandeza. Nos pido ese coraje. Todos, una y otra vez, nos doblegamos. Pero hay algo que no falla y es la convicción de que –únicamente– los valores del espíritu nos pueden salvar de este terremoto que amenaza la condición humana.

Mientras les escribo, me he detenido a palpar una rústica talla que me regalaron los tobas y que me trajo, como un rayo a mi memoria, una exposición "virtual" que me mostraron ayer en una computadora. Debo reconocer que me pareció cosa de Mandinga, porque a medida que nos relacionamos de manera abstracta más nos alejamos del corazón de las cosas y una indiferencia metafísica se adueña de nosotros, mientras toman poder entidades sin sangre ni nombres propios. Trágicamente, el hombre está perdiendo el diálogo con los demás y el reconocimiento del mundo que lo rodea, siendo que es allí donde se dan el encuentro, la posibilidad del amor, los gestos supremos de la vida.



Tan enardecidas fueron mis búsquedas que entonces no supe reconocer que era ésa la última vez que vería a mi madre sana, de pie, y que ese dolor perduraría para siempre, como hasta esta misma noche que entre lágrimas la recuerdo.


Las palabras de la mesa, incluso las discusiones o los enojos, parecen ya reemplazadas por la visión hipnótica. La televisión nos tantaliza, quedamos como prendados de ella. Este efecto entre mágico y maléfico, es obra, creo, del exceso de la luz, una intensidad de la luz que nos toma. No puedo menos que recordar ese mismo efecto que produce la luz en los insectos, y aun en los grandes animales. Y entonces, no sólo nos cuesta abandonarla, sino que también perdemos la capacidad para mirar y ver lo cotidiano. Una calle con enormes tipas, unos ojos candorosos en la cara de una mujer vieja, las nubes de un atardecer. La floración del aromo en pleno invierno no llama la atención a quienes no llegan ni a gozarse de los jacarandáes en Buenos Aires. Muchas veces me ha sorprendido cómo vemos mejor los paisajes en las películas que en la realidad.

Es apremiante reconocer los espacios de encuentro que nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es tan grave como esto nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en muchas entrevistas que "la televisión es el opio del pueblo", modificando la famosa frase de Marx. Pero lo creo, uno va quedando aletargado delante de la pantalla, y aunque no encuentre nada de lo que busca lo mismo se queda ahí, incapaz de levantarse y hacer algo bueno. Nos quita las ganas de trabajar en alguna artesanía, leer un libro, arreglar algo de la casa mientras se escucha música o se matea. O ir al bar con algún amigo, o conversar con los suyos. Es un tedio, un aburrimiento al que nos acostumbramos como "a falta de algo mejor". El estar monótonamente sentado frente a la televisión anestesia la sensibilidad, hace lerda la mente, perjudica el alma.

Al ser humano se le están cerrando los sentidos, cada vez requiere más intensidad, como los sordos. No vemos lo que no tiene la iluminación de la pantalla, ni oímos lo que no llega a nosotros cargado de decibeles, ni olemos perfumes. Ya ni las flores los tienen.


Esta mañana di por seguro que venía la sudestada, y me equivoqué. La tormenta se mantuvo en suspenso, estática. Los grises se fueron atenuando y a la tardecita ya ningún rasgo plomizo se distinguía en el cielo. Este simple e inofensivo error me llevó, imperceptiblemente, a las grandes equivocaciones que uno comete en la vida. Y de ahí, a través de un vasto territorio de sueños y recuerdos, mi alma quedó al borde de la imagen de mi madre aquella tarde, cuando la fui a visitar a La Plata y la encontré de espaldas, sentada a la gran mesa solitaria del comedor mirando a la nada, es decir, a sus memorias, en la oscuridad de las persianas cerradas, en la sola compañía del tictac del viejo reloj de pared. Rememorando, seguramente, aquel tiempo feliz en que todos estábamos alrededor de la enorme mesa Chippendale, y los grandes aparadores y trinchantes de otro tiempo, con el padre en una cabecera y ella en la otra; cuando mi hermano Pepe repetía sus cuentos, las inocentes mentiras de aquel folclore familiar.

A mi madre se le habían empañado los ojos al verlo y algo le había repetido de aquello de que la vida es un sueño. Yo la había mirado en silencio. Qué le podía atenuar, ella estaría viendo hacia atrás noventa años de fantasmagorías. Después, como a pequeños sorbos, me fue contando historias de Rojas y de su familia albanesa hasta que fue hora de irse. ¿Había que irse? Los ojos de mi madre volvieron a nublarse. Pero ella era estoica, descendía de una familia de guerreros, aunque no lo quisiera, aunque lo negase.

Todavía la recuerdo en la puerta, saludando levemente con su mano derecha, de manera no demasiado fuerte, no fuera a creer, esas cosas. En la calle 3 los árboles habían empezado a imponer su callado enigma del atardecer. Todavía volvió una vez más la cabeza. Con su mano, tímidamente, ella repitió la seña. Luego quedó sola.

Tan enardecidas fueron mis búsquedas que entonces no supe reconocer que era ésa la última vez que vería a mi madre sana, de pie, y que ese dolor perduraría para siempre, como hasta esta misma noche que entre lágrimas la recuerdo. Entre lo que deseamos vivir y el intrascendente ajetreo en que sucede la mayor parte de la vida, se abre una cuña en el alma que separa al hombre de la felicidad como al exiliado de su tierra.


Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contienen más información que vida. En el diálogo el compromiso que nace entre las personas puede hacer del miedo un dinamismo que lo venza y sacar un mayor espacio para la libertad.



Porque entonces, mientras mi madre quedaba detenida allí, inmóvil, no pudiendo retener a su hijo, no queriéndolo hacer, yo, sordo a la pequeñez de su reclamo, corría ya tras mis afiebradas utopías, creyendo que al hacerlo cumplía con mi vocación más profunda. Y aunque ni la ciencia, ni el surrealismo, ni mi compromiso con el movimiento revolucionario hayan saciado mi angustiosa sed de absoluto, reivindico el haber vivido entregado a lo que me apasionó. En ese tránsito, impuro y contradictorio como son los atributos del movimiento humano, me salvó un sentido intuitivo de la vida y una decisión desenfrenada ante lo que creía verdadero. La existencia, como al personaje de La náusea, se me aparecía como un insensato, gigantesco y gelatinoso laberinto; y como él, sentí la ansiedad de un orden puro, de una estructura de acero pulido, nítido y fuerte. Tanto más me acosaban las tinieblas del mundo nocturno más me aferraba al universo platónico porque cuanto más grande es el tumulto interior, más nos sentimos inclinados a cerrarnos en algún orden. Y así, nuestras búsquedas, nuestros proyectos o trabajos nos quitan de ver los rostros que luego se nos aparecen como los verdaderos mensajeros de aquello mismo que buscábamos, siendo a la vez, ellos, las personas a quienes nosotros debiéramos haber acompañado o protegido.

¡Qué poco tiempo les dedicamos a los viejos! Ahora que yo también lo soy, cuántas veces en la soledad de las horas que inevitablemente acompañan a la vejez, recuerdo con dolor aquel último gesto de su mano y observo con tristeza el desamparo que traen los años, el abandono que los hombres de nuestro tiempo hacen de las personas mayores, de los padres, de los abuelos, esas personas a quienes les debemos la vida. Nuestra "avanzada" sociedad deja de lado a quienes no producen. ¡Dios mío!, ¡dejados a su soledad y a sus cavilaciones! ¡Cuánto de respeto y de gratitud hemos perdido! ¡Qué devastación han traído los tiempos sobre la vida, qué abismos se han abierto con los años, cuántas ilusiones han sido agostadas por el frío y las tormentas, por los desengaños y las muertes de tantos proyectos y seres que queríamos!

Yo había intentado un ascenso, un refugio de alta montaña cada vez que había sentido dolor, porque esa montaña era invulnerable; cada vez que la basura ya era insoportable, porque esa montaña era límpida; cada vez que la fugacidad del tiempo me atormentaba, porque en aquella altura reinaba la eternidad. Pero el rumor de los hombres había terminado siempre por alcanzarme, se colaba por los intersticios y subía desde mi propio interior. Porque el mundo no sólo está afuera sino en lo más recóndito de nuestro corazón. Y tarde o temprano aquella alta montaña incorruptible concluye pareciéndonos un triste simulacro, una huida, porque el mundo del que somos responsables es éste de aquí: el único que nos hiere con el dolor y la desdicha, pero también el único que nos da la plenitud de la existencia, esta sangre, este fuego, este amor, esta espera de la muerte. El único que nos ofrece un jardín en el crepúsculo, el roce de la mano que amamos.

Mientras les escribo, vuelve la imagen de mi madre a quien dejé tan sola en sus últimos años. Hace tiempo escribí que la vida se hace en borrador, lo que indudablemente le da su trascendencia pero nos impide, dolorosamente, reparar nuestras equivocaciones y abandonos. Nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día. ¡Qué horror y qué tristeza, la mirada del niño que perdimos!


Quiero hablarles de Buenos Aires. Aunque yo no vivo en ella y me resultaría insoportable, la reconozco como mi ciudad, por eso mismo es que la sufro. Ella representa, de alguna manera, lo que es la vida de estas urbes donde viven, o sobreviven, millones de habitantes. Pero antes les voy a repetir la situación del mundo, lo que todos sabemos, en la esperanza de que por la repetición, como la gota de agua, o el martillo contra la puerta cerrada, veamos un día que las cosas revirtieron. Acaso en verdad ya lo está haciendo: ya se filtra la luz entre las rendijas de la vieja civilización.

Asistimos a una quiebra total, a la fase final de los tiempos modernos de la cultura occidental. El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación.

Guerras que unen la tradicional ferocidad a su inhumana mecanización, dictaduras totalitarias, enajenación del hombre, destrucción catastrófica de la naturaleza, neurosis colectiva e histeria generalizada, nos han abierto por fin los ojos para revelarnos la clase de monstruo que habíamos engendrado y criado orgullosamente.

Aquella ciencia que iba a dar solución a todos los problemas físicos y metafísicos del hombre contribuyó a facilitar la concentración de los Estados gigantescos, a multiplicar la destrucción y la muerte con sus hongos atómicos y sus nubes apocalípticas.

A cada hora el poder del mundo se concentra y se globaliza. Veinte o treinta empresas, como un salvaje animal totalitario, lo tienen en sus garras. Continentes en la miseria junto a altos niveles tecnológicos, posibilidades de vida asombrosas a la par de millones de hombres desocupados, sin hogar, sin asistencia médica, sin educación. La masificación ha hecho estragos, ya es difícil encontrar originalidad en las personas y un idéntico proceso se cumple en los pueblos, es la llamada globalización. ¡Qué horror! ¿Acaso no comprendemos que la pérdida de los rasgos nos va haciendo aptos para la clonación? La gente teme que por tomar decisiones que hagan más humana su vida, pierdan el trabajo, sean expulsados, pasen a pertenecer a esas multitudes que corren acongojadas en busca de un empleo que les impida caer en la miseria, que los salve. La total asimetría en el acceso a los bienes producidos socialmente está terminando con la clase media, y el sufrimiento de millones de seres humanos que viven en la miseria clama al Cielo, está permanentemente delante de los ojos de todos los hombres, por más esfuerzo que hagamos en cerrar los párpados. Pronto no podremos ya gozar de estudios o conciertos porque serán más apremiantes las preguntas que nos impondrá la vida respecto de nuestros valores supremos. Por la responsabilidad de ser hombres.

Esta crisis no es la crisis del sistema capitalista, como muchos imaginan: es la crisis de toda una concepción del mundo y de la vida basada en la idolatría de la técnica y en la explotación del hombre. Para la obtención del dinero, han sido válidos todos los medios. Esta búsqueda de la riqueza no ha sido llevada adelante para todos, como país, como comunidad; no se ha trabajado con un sentimiento histórico y de fidelidad a la tierra. No, desgraciadamente esto parece la estampida que sigue a un terremoto donde en medio del caos cada uno saquea lo que puede. Es innegable que esta sociedad ha crecido llevando como meta la conquista, donde tener poder significó apropiarse y la explotación llegó a todas las regiones posibles de mundo.

La economía reinante asegura que la superpoblación mundial no puede ser asimilada por la sociedad actual. Esta frase me da escalofríos: es suficiente para que los poderes maléficos justifiquen la guerra. Las guerras siempre han contado con el auspicio de grandes sectores de la población que, de alguna manera u otra, se beneficiaban de ella. Como centinela, todo hombre ha de permanecer en vela. Esto nunca ha de suceder. El "sálvese quien pueda" no sólo es inmoral, sino que tampoco alcanza.

Las creencias y el pensamiento, los recursos y las invenciones fueron puestos al servicio de la conquista. Colonialismos e imperios de todos los signos, a través de luchas sangrientas, pulverizaron tradiciones enteras y profanaron valores milenarios, cosificando primero la naturaleza y luego los deseos de los seres humanos.

Sin embargo, misteriosamente, es en el deseo donde se está generando un cambio. Lo siento en los hombres que se me acercan en la calle y lo creo de las juventudes del mundo. Pero es en la mujer en quien se halla el deseo de proteger la vida, absolutamente.


Lo peor es el vértigo. En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.

Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sin haberla elegido.

El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse, pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta cuidad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o a visitar a sus mayores. ¿Se puede florecer a esta velocidad? Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos?

El hombre no se puede mantener humano a esa velocidad. Si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.



La gente teme que por tomar decisiones que hagan más humana su vida, pierdan el trabajo, sean expulsados, pasen a pertenecer a esas multitudes que corren acongojadas en busca de un empleo que les impida caer en la miseria.


Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sin parar, como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá. Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso quién de nosotros camina lentamente? Pero el vértigo no está sólo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y, quizá, la aceleración haya llegado al corazón, que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. No hemos elegido la meta pero a todos se nos divierte por televisión, ricos y pobres. Este común destino es la gran oportunidad pero ¿quién se atreve a saltar afuera? Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito.

En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas: no hay tiempo. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contienen más información que vida. En el diálogo el compromiso que nace entre las personas puede hacer del miedo un dinamismo que lo venza y sacar un mayor espacio para la libertad. Pero el grave problema es que, en esta civilización enferma, no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, le teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo de que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.

He pasado riesgos de muerte durante años –¿sin miedo?– no, he tenido miedo hasta la temeridad pero no he podido retroceder. Si no hubiese sido por mis compañeros, por la pobre gente con la que ya me había comprometido, seguramente hubiera abandonado. Uno no se atreve cuando está solo y aislado, pero sí puede hacerlo sí se ha hundido tanto en la realidad de los otros que no puede volverse atrás. Cuando trabajé en la Conadep, de noche soñaba aterrado que aquellas torturas, frente a las cuales yo hubiera preferido la muerte, eran sufridas por las personas que yo más quería. Impávido en el sueño, luego me despertaba angustiado y sin saber cómo seguir, pero horas después no podía negarme a escuchar a quienes pedían que yo los recibiera. No podía, era inadmisible que hubiese dicho que no a esos padres cuyos hijos, en verdad, habían sido masacrados.

Quiero decirles que no lo podía hacer porque ya estaba adentro, involucrado. Así es, uno se anima a llegar al dolor del otro, y la vida se convierte en un absoluto. Las más de las veces, los hombres no nos acercamos, siquiera, al umbral de lo que está pasando en el mundo, de lo que nos está pasando a todos, y, entonces, perdemos la oportunidad de habernos jugado, de llegar a morir en paz, y permanecemos domesticados en la obediencia a una sociedad que no respeta la dignidad del hombre. Muchos afirmarán que lo mejor es no involucrarse, porque los ideales finalmente son envilecidos como esos amores platónicos que parecen ensuciarse con la encarnación. Probablemente algo de eso sea cierto, pero las heridas de los hombres nos reclaman. Si a pesar del miedo que nos paraliza volviéramos a tener fe en el hombre, tengo la convicción de que podremos vencer la resignación que nos envilece como a cobardes.

septiembre 20, 2006

EL POST QUE NUNCA FUE

Recapitulando un poco…

Con el paso del tiempo he podido darme cuenta de muchas cosas y situaciones, algunas de ellas pasan desapercibidas hasta que en un momento de reflexión salen a flote, sin embargo, existen otras que pasan frente a mis ojos y quedo perplejo y no actúo.

Es tan irónica la vida y tan llena de sorpresas que de pronto entra dando tumbos y no sabemos, en la mayoría de los casos, cómo reaccionar. A quién engaño, en verdad quería hacer un post interesante y lo único que consigo es colocarme en una pose de escritor truncado, solo, frente al cristal ionizado, hilando ideas bastardas que no serán más que eso, lamentándome muy en el inconciente de mi condición, pero a la vez satisfecho por tener lo que tengo y ser lo que soy, no obstante, siempre hay algo que me empuja a un lugar diferente. A ser sólo un espectador en este gran circo y a no meter las manos salvo en ocasiones donde es preciso una intervención mediadora entre razón y acción.

Duendes verdes danzan a mi alrededor y no logro centrar la mente en un solo punto, la tormenta nocturna está a punto de comenzar. Rescatando un poco aquello del espectador, quiero dejar en claro que no es que no me guste actuar, pero siento y lo que más me llena de incertidumbre, es el hecho de comenzar a creer fielmente en que así se quedará por siempre, bueno, al menos mientras existo. Por qué siempre quiero más. No lo sé. Actualmente, cuando mi estado letárgico me permite paz y serenidad, surge la incesante necesidad de algo más, de buscar a alguien que dé el ancho para ocupar los más temibles huecos existenciales y así poder ser en plenitud.

A veces quisiera mandar todo muy lejos y mejor dedicarme a la ataraxia contemplativa, alejado de toda preocupación, sin embargo esa necesidad de encontrar alguien en quien depositar todas mis energías sigue siendo lo que me mantiene a flote, la pregunta casi obligada y que se encuentra siempre al final del túnel: una vez encontrada, cesará esa necesidad o como siempre el deseo de más me hará presa y entonces todo por lo que he luchado se irá a la mierda una vez más… lo ignoro, será mejor dormir y dejar eso al tiempo, sabio maestro.

septiembre 19, 2006

HOY DECLARO...

Siendo las cuatro con trece PM del día 19 de Septiembre, declaro incompetente al ser finito bajo el seudónimo: Silvestre Mauricio Soriano Hernández, para labores propias como el amor y además lo declaro competente para la tarea de la soledad y la mundanidad a flor de piel. Esto queda sentado en acta, puesto que ya son demasiados fracasos y pocos avances… no puedo permitir uno más, no hoy, no mañana, mucho menos en un futuro cercano. La psique pende de un hilo y la cordura no se puede distinguir de la discordia, que alguien abra la puerta, sáquenme de este cuarto oscuro…

Mis ojos estás diseñados para captar luz en sus diferentes acepciones, más no para su ausencia…

septiembre 18, 2006

ATINADA RESPUESTA, MAESTRO.

Fragmento de una entrevista que hizo J.L. Almira a Cioran.


J.L.A. ¿Los años le han ayudado a controlar los humores de su cuerpo o han aumentado esa esclavitud?

E.C. Le contaré una anécdota. Acabo de recibir una carta de un amigo al que conozco desde siempre, en la que me dice que no cree nada de lo que he escrito, "porque te conozco bien y sé que eres muy alegre", lo cual demuestra hasta qué punto puede uno equivocarse. Sea cual sea mi estado de ánimo, siempre he conseguido ocultarlo tras un comportamiento histriónico. Soy esclavo de mis nervios, pero puedo disimularlo, y lo hago, comedia que me permite, por ejemplo, ir a cenar en un estado de desesperación absoluta y contar historias frívolas sin interrupción. No sé si se trata de pudor o de un mecanismo de defensa; en cualquier caso; si mi dependencia de la fisiología no fuera tan aplastante, nunca hubiera tenido que utilizar esa alegría aparente. Claro que eso tiene su reverso. Cuenta Kierkegaard que al regresar a casa, después de haber hecho reír a todo el mundo en un salón, sólo tenía ganas de suicidarse, crisis natural que personalmente he comprobado en muchas ocasiones. Ahora recuerdo que, poco tiempo después de que apareciera mi libro en Francia (Breviario de podredumbre, 1949), cinco escritores que no me conocían de nada me invitaron a almorzar. Puedo jurarle que durante las tres horas que duró la comida sólo hablé del bidet. Por supuesto, ellos esperaban que hablase de mi libro, y aún recuerdo su expresión de desconcierto, mientras yo continuaba hablando del desprecio que me inspiran los alemanes porque no tienen bidet. Y es que no puedo hablar de lo que me afecta en lo más profundo, si no es a solas con alguien: ese momento en el que dos soledades pueden intentar comunicarse.

septiembre 16, 2006

INTROSPECCIÓN A CAUSA DE LA EDAD


Hasta que punto puede soportar la razón humana el dolor, ignorando su propia naturaleza. Cuánto desconocimiento impera en esta sociedad despreocupada sobre la lepra del alma. Hoy tuve una alucinación enferma, que me confirma que la mente bajo presión extrema cede, se pierde ante una realidad alterna, y que la vida está constantemente a un paso de la muerte, del horror y de la sangre.

En ti, como en mi, existe un infierno, un lugar frío y oscuro, poblado de cadáveres vivientes, listos para atormentarte con sus cánticos agudos, para ahogarte de miedo con sus apariencias grotescas y sus esqueléticos pechos. Un lugar, donde estás terriblemente solo y hambriento de luz, y la única victima eres tú. Son las noches eternas que se han acumulado en tu conciencia desgraciada y un día explotan a un insaciable apetito violento. Es tu propio pensamiento el que te empuja hasta el borde del abismo, asesinándote a carcajadas, dejándote aterrorizado en medio de tus visiones y sombras. Y no hay nadie que te tienda una mano. Y al caer y desfigurarte la cara contra una filosa piedra negra, te sorprendes empalado hasta el cráneo, dando vueltas sobre un fuego, y te descubres como el plato principal en una fiesta de demonios, y el fuego te quema los tejidos, derrite tus huesos, estalla tus ojos, y llena todo el aire de podredumbre apestosa. Es el olor de tu propia muerte. Y no adquieres conciencia de ello, hasta que una mano huesuda y verde se acerca con un cuchillo de carnicería y te abre el vientre para que te cocines bien, para que aprendas.

Es absurdo quizás. Pero llega un momento de estrés y cansancio, donde tu mente ya no soporta más lo que vives, lo que sientes, lo que crees. Y tus sesos obstruidos de terquedad se rebelan y te hacen reventarte la frente contra el cemento, por lo poco que eres. ¿Pero si no sabes ni que eres? Todo te vale mierda, y tu cerebro agotado te abandona con desprecio, para que te devoren vivo tus miedos y tus peores pesadillas. Y lloras gritando porque ya no hay refugio, y un rastro de pus amarilla nace de tus labios. Y te arrodillas sobre clavos hirvientes clamando piedad, y te cortas las venas porque ya no lo soportas más, pero no mueres, porque por haber fracasado, el tormento es tu castigo. Te hieres a puñaladas entre las costillas y te amputas las manos, y te duele, y sangras sin control, pero no mueres. Nunca mueres. Y por ello enloqueces, porque estás atrapado, hasta que de repente, te das cuenta que no pasa nada, que nada cambia, que es una maldita trampa, y estás perdiendo la cordura, pero ya es demasiado tarde para intentar algo. Y te sacan del pecho el corazón y lo revientan con un martillo para que te calles porque están hartos, y te arrancan el hígado y se lo comen aún hirviente. Y todo el mundo se caga en tus ideales, se defeca en tus restos. Y finalmente saciados todos de tu paranoia, se sientan satisfechos junto al fuego abrasante, para contemplar el espectáculo de tu sangre resecarse, en medio de tu furia maniática.

Guardo en mi un terrible secreto. Hoy se me apareció un demonio negro, puedo jurarlo, un anciano desnudo con la cara podrida y el cuerpo lleno de escamas como una armadura. Tenía pies de ave sin garras y me sonreía mostrándome sus colmillos de vampiro. Yo que no creo ni en religiones ni credos, sentí el fuego calcinando mi cerebro y el latigazo implacable de su cola de acero. Junto a sus pómulos hundidos estaban sus ojos, rojos como la sangre que dentro de mí ardía de miedo. Me miraba fijamente, atravesándome por dentro. Y por temor al infierno huí corriendo, desperté de repente de mi letargo, con el pecho sudado y un cuchillo en mi mano.

Sé que mi mente está infectada, que ya no valgo nada. Me asusta el placer de mi demencia. La próxima vez que vea al diablo, conversaré con el sobre Cioran, Sastre y Unamuno. Por qué no tomé aquellas palabras, después ya nada es igual.

septiembre 15, 2006

...

Este día está fatalmete lluvioso y en verdad quisiera estar en otro lugar y en otro momento, sin embargo una sensación un tanto inquietante me recorre el ser en su totalidad, mejor me voy a jugar un poco... cambio y fuera.

septiembre 13, 2006

PROFETA DEL OLVIDO


Sobre un león alado bajaré del planeta rojo en que me abandonaste y vendré con los ojos vendados y una balanza rota a reclamarte verdades. Te sorprenderé soñando con paisajes de primaveras nuevas, aparentando inocencia mientras una penitente estela de besos míos aún resplandece pudorosa en tu frente.

Mi voz de látigo y trueno bastará para que despiertes y te arrodilles sobre las cenizas del fuego que apagaste. Y al pedirme perdón con una mueca de tardía inocencia, un niño sin ojos se abrirá paso desde tu vientre inerte y poseído de ternura huirá conmigo, vomitando tu sangre, desde el cielo, sobre los vastos campos de trigo que alguna vez nos deslumbraron, hasta inundar de lodo y espuma roja cada feudo donde te amé.

Al fondo del horizonte verás atardecer una lágrima gigantesca que hace mucho lloré por ti. Violines invisibles tocarán fúnebres marchas. Y mis manos que entonces cubrieron de seda tus pechos, serán nubes negras cerrándote los párpados.

Un grito de parto será la premonición de tu ocaso. Una mujer que no eres tú, vestida de sol y luna, y coronada la frente con doce estrellas, marcará un nuevo camino con su mirada de rayo y su abrazo limpio. Y mientras tú permanecerás inconmovible en tus silencios, ella que nada teme, me dará un hijo perfumado en mirra. Entonces los relojes se detendrán y no habrá luz ni oscuridad, y sucumbiré hacia el futuro sin mirar ya nunca atrás.

Y porque mi vida escapa de ti sin necesidad del olvido, me soñarás silueta perdida en un cuadro impresionista sin terminar. Y llorarás de repente al darte cuenta que yo que te amé más que nadie, ya estoy muy lejos y a pesar de ello o quizás por ello, las arañas en tu ombligo ya nunca dejarán de tejer mi nombre.

Y así, al caer la noche en esta profecía, tus ojos brillando en la nada, sorprenderán a un anciano de ojos marinos sentado en una barca, conversando con Cioran sobre las tristezas más tristes que jamás morirán.

septiembre 10, 2006

ES MERA COINCIDENCIA, LO JURO...

El día de hoy considero justo el hacer un recuento de lo que han sido estos días, tan trillados, tan llenos de todo un poco. Desde la escuela, la vida personal, el deporte, los seres de cabellos largos y demás situaciones que de pronto saltan al camino e irremediablemente se tiene que lidiar con ellas… Comenzaré con la escuela, que es algo que de pronto se vuelve tan primordial como la vida misma. En días pasados en la “Escuela de la Risa” o mejor conocida como Escuela de Filosofía, se llevaron a cabo las elecciones para elegir a la sociedad de alumnos. El tablero estaba puesto y como siempre, nunca falta el oportunismo consumado y las malas mañas saltan a la vista de los espectadores. Es curioso, pues lejos de formar una unión entre los compañeros, sólo se logra generar un ambiente de división y de “partidismos”, por llamarlo de alguna manera.

Se registraron dos planillas, la denominada “Filosofía” y la otra bajo el trillado nombre de “Metamorfosis”, la primera, de ultraderecha, a propósito de Felipe Calderón, estaba conformada por la “elite” de la escuela, ósea los que se dicen ser algo así como el Jesucristo del barrio… los que en su vida tienen contacto con los plebeyos, con los del montón, pero llegado el momento del deseo feroz del hueso, se lanzan con una sonrisa, fingida e hipócrita, a “acarrear” gente literalmente con promesas, permitiendo la expresión, “guajiras”, las cuales incluyen pedas en el Cervantino y demás trivialidades… Por otra parte, la segunda planilla, “Metamorfosis”, conformada a raíz de un leve pero efectivo mini “golpe de estado” y con toda la publicidad y el respaldo de quienes en su momento simpatizaron con la primera alineación de la “izquierda”, aprovecharon el viaje y se montaron a la carreta y se fueron largos con toda la cancha despejada… Dicha planilla, conformada por las ya conocidas “chicas super poderosas”, logró el registro ante la F.E.C. para poder pelear por el hueso. Los ánimos caldeados al calor de borracheras y fechorías en centros nudistas, así como supuestas irregularidades en cuestión de equipamiento del ya conocido “equipo de ensueño” tanto varonil como femenil de nuestra amada escuela, así como también las zancadillas y “golpes bajos” en lo que sería el JUEGO DE LA SILLA por el trono de Filosofía. Por fin el día tan esperado llegó, la elección se realizó en la sala de usos múltiples de nuestra risueña escuela, antes de comenzar y como gesto de total democracia y “generosidad” por parte de la ultraderecha, se dejó participar a “Metamorfosis”, (aunque más tarde y con total seguridad, el arrepentimiento por tan generoso acto cobró caro su dosis de bilis, aparte, obviamente, que el proceso tendría que repetirse en su totalidad y como el miedo no anda en burro…) pues según la situación, se registró más tarde de la hora límite para el cierre de registros; al fin se dio la orden de ejercer nuestro derecho a votar libremente y en “secreto” y después de tal proceso, los resultados fluyeron cual cerveza en fiesta. El veredicto fue contundente, veinticinco votos contra quince, la “izquierda” comandada por las “chicas super poderosas” se había adjudicado al victoria… Colorín colorado, el juego de la silla ha terminado.

Ahora pasemos a otro asunto tan repugnante como el anterior, los “video escándalos”, sí, en la “Escuela de la Risa” no podían faltar. Por ahí me he enterado que andan unos videos tan sucios como los de René Bejarano y el mismísimo Emilio González "El Niño Verde" con su video "Me Chamaquearon". No lo puedo creer, tiran la piedra y luego esconden la mano, mejor querido lector le voy a recomendar que al cepillarse los dientes se fije con qué lo hace, de lo contrario podría estar siendo presa de una “chamaqueada” tipo video escándalo… jajajajajajajajajajaja y más jajajajajajaja…

No cabe duda que la sociedad tiende a recrear en su vida cotidiana los hechos ocurridos en la política, ya lo ven, en nuestra escuela se hace, desde el JUEGO DE LA SILLA hasta los VIDEO ESCÁNDALOS. Sólo espero que independientemente de quién esté al frente del estudiantado, se logre una representación digna y justa ante las instituciones “valinas” que se suponen atienden nuestras demandas y que no sea el hueso obtenido, un trampolín para escalar y sobre todo, un pretexto más para hacer desmadre y hacer quedar como peleles a los de por si deteriorados Filósofos de la “Perversidad de Colima”.

Creo que me he extendido un poco, pero considero justo el ponerlos al día de lo que pasa en la vida de éste, su humilde servidor. En cuanto al deporte, les puedo contar que va muy bien, el grupo de ciclismo que abrimos para principiantes y anexos está dando los resultados deseados. Y por otro lado, los seres de cabellos largos aún no han entrado de lleno en mi putrefacta vida, así que por lo menos hoy, me abstendré de hablar de ellos, gracias.

Pues es todo mis afanosos lectores, los dejo y espero que no se sientan ofendidos con el contenido de éste su blog de confianza, recuerden que CUALQUIER PARECIDO CON LA REALIDAD ES MERA COINCIDENCIA y que se omiten los nombres de los actores principales por cuestiones de obviedad y para evitar herir sus corazoncitos de pollo.

Recuerden, los tacos TUXPEÑOS causan graves enfermedades, así que no los consuman, mejor ignórenlos en su dieta…

septiembre 08, 2006

...


Esta tarde el lago está insoportablemente quieto. Desde mi neutral presencia de mero espectador, se me ocurre que es este un lúgubre cuadro impresionista colgando de medio lado en algún museo parisino. Un niño sin madre, como sin ganas, tira boronas de pan junto al agua. Espantadas de nostalgia las horas alzan vuelo empapadas en el plumaje de inquietos patos silvestres. En lo alto, una fase de luna menguante se esconde tímida entre dos hilachas de nube y se niega a salir, como el hombre que se apena de haber llorado a cuentagotas un secreto infortunio.

Como si no fuesen mis ojos, sino lentes inanimados, contemplo el mórbido funeral que es este temprano atardecer de otoño. Igual a todos para el diario caminante, pero a su manera, único, porque consigna este preciso instante en que por primera vez nos carecemos. Sin duda, hoy el mundo está como resentido y me imagino a un aborrecible sueño de amor como reemplazo de Dios; sentado en una despintada mecedora, fumando lujosos habanos. Con cruel ataraxia desfila su mirada sobre insignificantes historias terrestres. Aburrido. Pero en mi recobrada ingenuidad se me hace que del humo que exhala este coloso comunista un impecable camino de rosas blancas se va formando, que presiento culminan justo ahí donde te encuentras.

En definitiva, cuando tú no estás, todo el día está infectado de un ligero aire gris que ennegrece mis pulmones minuto a minuto. Me falta el temperamento para retar tu ausencia. Mi pensamiento es como el frío que acuna el viento y hiere los montes. He decidido capitular. No quiero que estés ya más lejos de mí. Tu estampa aquí es necesaria. Vuelve y clávate a mi lado como una bandera de guerra. En tu presencia huirán las sombras. Reinará de nuevo la luz y yo ondearé tu alma al grito indiscutible de libertad, forjaré esperanzas de un día nuevo contigo a mi lado, caminando al caer la noche, justo cuando el tiempo parece detenerse para comenzar el infinito, es ahí dónde, de entre mis ropas sacaré una daga y la enterraré tan profundo en tu pecho que sentirás como penetra tu ausencia bastarda y te hará caer al piso herida de muerte.

Entonces saltaré de gusto al contemplar que no serás de nadie más, que tus labios no frotaran más nada, que tus tersas manos no asirán la copa de la amargura y mucho menos saldrás corriendo tras de tu sombra reflejada en la falsa ilusión de amor que me proyectabas. Tonto, no puedo más que engañarme, si no estás me niegas el derecho de tu presencia, de mirarte a los ojos y escucharte decir a quema ropa que no deseas más esta tonta compañía, que prefieres morir a estar conmigo. Ahora sólo me queda la esperanza de que nunca abras los ojos y no mires la realidad, que huyas maldito ser de cabellos largos al caer la noche.

septiembre 07, 2006

Las horas parecen no avanzar mientras te espero en el pasillo de aquel lugar frío, gris y sin mayor sentimiento que la soledad. No existe nada a mi alrededor que sea capaz de despertar en mi la más mínima pizca de amor hacia la vida, me descubro como autómata sometido a la fatalidad de sus especie, vivir en el estadio biológico y esperar la lenta degradación hasta la muerte. Mis entrañas se encuentran desgarradas por la cruel apatía y la sensación de caer en el tiempo y no poder asirme a una esperanza, tan sólo una.

Las llagas purulentas avanzan cada vez más hacia mi corazón, la razón no ha podido detenerlas, no puedo creer que esto me pase a mí, que tanto martirio me conduzca a un solo camino, a una brecha que nadie desea cursar, mis demonios interiores gritan tras bambalinas y me hacen saber que ni ellos están dispuestos a rendirse así. No es justo, oh ¡ vida, el que me pagues así una atormentada existencia, yo sólo quería sentir en carne propia lo que era vivir, no me dejes tendido desangrando, no mutiles mi fe, no, no te atrevas, no aniquiles a este individuo de por sí muerto en vida…

septiembre 04, 2006

DESCARTES Y SUS FRASES


Renato Descartes, un gran Filósofo, padre de la modernidad y esclavo de su propio tiempo



Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás.


Las almas más grandes son tan capaces de los mayores vicios como de las mayores virtudes.

No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido de tener suficiente.

A menudo es preferible una falsa alegría a una tristeza cuya causa es verdadera.

Los malos libros provocan malas costumbres y las malas costumbres provocan buenos libros.

EL ÍMPETU COBARDE


Adonde huyó aquella fuerza grandiosa, ese ánimo rebelde e inquieto de enfrentarse a todo el mundo si fuese necesario, esa fe que me hacía capaz de saltar del monte más alto, con la seguridad de que porque tú nunca me querrías ver caer, por la gracia de tu amor me saldrían alas blancas como tu cuerpo desnudo, y surcaría el cielo azul, sobre paisajes infinitos.

Adónde se habrán ido todas las estrellas que miramos juntos, hoy la noche se me hace tan desconocida. Apenas reconozco estas manos vacías. Los días carecen del ímpetu que sólo tú sabías darme. Las mariposas se han ido todas de mis hombros, y en mis ojos sólo me queda un borroso atardecer nublado. Tanta desolación.

Sobran las palabras para explicarte este cansancio. Ya no tengo las ganas de seguir, ya no quiero volver a jugar al amor. Fracasé. Mis sueños, a veces demasiado grandes, me tendieron la trampa y esta vez no sobreviví a las heridas. Sólo soy un fantasma del que quise ser, del que me creí.

La primavera estuvo tan cerca, que a veces podía oler las flores que aun no habían nacido, mas simplemente no terminó de llegar nunca aquel calor que esperé todo este tiempo. De nada valió la búsqueda y la ilusión. El mundo se invirtió, la sed de aventura se acabó a mitad de camino.

Es muy tarde ya para contarte todas las cosas que alguna vez imaginé para los dos. No tendrías amor para entenderlas.

Ahora vas por el mundo convencida de tu libertad, sin temor al abandono, sin saber con certeza el por qué, pero sintiéndote inexplicablemente satisfecha. Y yo sé, que si saltase hoy de la orilla del universo, ya no estarás para salvarme.

Pero tienes que saber, si te consuela, que ya no lloro ni siquiera. Y no es por orgullo, ni por ninguna otra detestable hipocresía humana. Te amo aún como un mal hábito incorregible, más esta decepción ha sido tan grande, que se me ha agotado hasta la melancolía. Estoy abatido, y en mi serenidad contemplo como siguen cayendo sobre mis pies, sueños marchitos como hojas de otoño.

Y sé, que lo único que te puedo contar hoy que escucharías de verdad, es que estoy aprendiendo de ti, a vivir mi nuevo yo, poco a poco con la indiferencia que me has mostrado. Después de todo, supongo que en este mundo, haber perdido las alas y el norte, no puede significar mayor cosa. Sólo es un caso más de la cruda realidad.