julio 29, 2006

R.I.P.

Como todo comienzo posee un final, aunque sea solamente en potencia, considero que la vida como comienzo de un ciclo más que pertenece a uno de orden mucho mayor, que es la naturaleza y este a su vez parte de la existencia; el fin siempre se asoma y nos hace recordar cuan finitos somos y que no podemos sino aspirar con nuestra gran herramienta, que es la razón, a ir más allá de nuestra mundanidad y sentir en carne propia esa extraña pero casi excitante sensación, la cual solo es equiparable con el orgasmo más “sensible” que podemos llegar a experimentar, esa sensación es precisamente el sentir que tenemos la capacidad de trascender, aunque dicha trascendencia solo se vea realizada o en potencia prima en nuestra mente. Es aquí donde los sueños, no los de la noche, sino los que más parecen utopías y por los cuales se nos puede llegar a llamar soñadores, toman forma y pasan de nuestra mente a la de otra persona por medio de nuestro diario convivir, en base a la experiencia del contacto, del hablarnos, del llorarnos y de todas esas “cosas” que podemos hacer sentir a los demás.

Dicho esto considero no tratar de estructurar una explicación filosófica, sino más vivencial acerca de lo que la muerte puede hacernos y cuanto intentamos por darle la vuelta o lograr una prorroga. Ayer por la noche una llamada fungió de parte aguas para lo que después consideraría como una “tragedia” más de esta vida sin sentido. Afortunadamente no me encontraba en casa y no me dejaron bien el recado, sin embargo el día de hoy, un amigo y el diario me han hecho participe de una noticia que me ha dejado pasmado y sin aliento por unos instantes. Domingo, quien era mejor conocido por su apellido “ZERMEÑO” había dejado la mundanidad y su cuerpo era solo eso, cuerpo, sin alma… como lo he mencionado antes, he quedado helado y sin palabras, Domingo cruzó su existencia con la mía hace algún tiempo en el equipo de futbol americano “Perros Colimotes”. Cómo olvidar ese “toro” que hacía recordar a la madre en cada tacleada… sinceramente espero que su muerte haya servido para aliviar su dolor tras su dura enfermedad. Si bien esto suena un poco seco, sin sentido, no es más que un intento de mi finitud por explicar algo tan extenso como la misma muerte. Descansa en paz y ten por seguro que se te recordará. Domingo Zermeño Cedeño

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