julio 15, 2006

A DÓNDE ME LLEVA EL AMOR...

Había parado la lluvia. Un rayo caluroso dibujó en su rostro una sonrisa. Sus ojos me suplicaron. Y luego un beso. No pude negarme. Conocía tan bien mis debilidades. Primer dia de sol despues de semanas. Salimos a caminar, de la mano. Un rastro de pan iba marcando el camino por el cual regresar. Nos detuvimos a recoger moras. Una flor adornaba su pelo. Los animales salían a su paso. Le dije que se veía hermosa. Danzaba a mi alrededor con su vestido violeta. Cantábamos nuestra canción, nos escondíamos detrás de los árboles. Me daba besos. El tiempo avanzaba acariciando nuestras sombras. Recuerdo el cosquilleo en el pecho. La felicidad.

Sin darnos cuenta nos sorprendió el atardecer. Oscureció de repente y los animales huyeron a refugiarse. El silencio nos sorprendió en un último te amo antes de irse la luz. Era la hora de regresar. No habíamos almorzado más que frutas silvestres, y el hambre ya me atormentaba. Al querer volver sobre el camino de boronas que habíamos dejado, ya no estaban. En nuestra inocencia, perdimos el rastro. ¿Donde estábamos? ¿Adónde nos había llevado el amor?

Sus ojos me pedían respuestas. Y yo no las tenía. Nos sentamos a la orilla del camino. Ella lloraba entre mis brazos. Los árboles se mecían como gigantes agitados. Hace un momento ella danzaba a mi alrededor. Cantábamos nuestra canción. Ahora empezaba a lloviznar y estrellas azules titilaban en el cielo negro. La cubrí con mi cuerpo, decidimos encontrar la manera de salir de ahí. El viento saludó nuestra iniciativa con un susurro misterioso. Caminamos.

Pasaron las horas. Caminamos más. Aún estábamos perdidos. La misma oscuridad, los mismos árboles. Ella abrazada a mí. Nos empapaba la lluvia. Desolación. Tenía los pies adoloridos. Sentía frío. Ella tenía miedo. Y de repente vimos luz. Una casa con chimenea en medio de un claro. No había sido en vano. Y ella me sonrió. Y todo el esfuerzo lo valió. Nos acercamos, y un olor a repostería nos sedujo, con la sensación de hogar. Nos dimos un beso, y tocamos a la puerta. Una abuelita de cara bonachona nos abrió y nos invitó a pasar, mostrándonos sus dientes dorados.

.....

Cae la noche, las tinieblas nublan mis pensamientos. Aún sigo atado a la misma silla. Siento pedradas incesantes en el rostro. Talvez sea un martillo, más ya no siento dolor. Agonizo. Gotas de agua caen sobre mi pecho. Alguien llora. Pienso en ella. ¿Estará bien?

Yo estoy sangrando. Mariposas negras aletean a centímetros de mis ojos, sin dejarme ver. Mi cerebro se dilata agitado, mi cuerpo es una torre inmensa donde cada segundo que pasa, se suicida un ser imaginario. Los veo a mis pies, hombrecitos muertos con el estómago abierto, amontonados. El miedo es una soga que cuelga de mi cuello, y me asfixia. ¿Estoy siendo asesinado?

Sangre verde se derrama por mis oídos, y hormigas enormes carcomen las heridas abiertas en mis labios. No se dónde estoy. Lombrices oscuras nacen de mi frente, siento un cuchillo escribiendo mi nombre en mi espalda desnuda. Mi piel se abre vomitando sangre y tejidos, un demonio se abre paso entre mis carnes. Mis pies ya no sienten la tierra debajo, solo la humedad. Clavos herrumbrados traspasan los huesos con que caminaba.

La soga me asfixia. A unos pasos de mí, una encorvada anciana está sentada en una mesa, una luz amarilla la ilumina levemente, está comiendo con cubiertos de plata. La veo cortar un pedazo más de mi brazo amputado, se lo lleva a la boca. Me sonríe. Mi sangre le adorna las esquinas de la boca. Siento frío. Una inmensa soledad se apodera de mí. Ahora entiendo.

Alguien llora. Canto nuestra canción. Muero.

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