mayo 29, 2006

¿ILUSIÖN DE AMOR?...

Las cortinas danzaban frente a las ventanas abiertas e inquietos destellos lunares se reflejaban sobre las sábanas blancas dibujando fatigosos anocheceres en cada pliego de tela. En la soledad que antecede al sexo me llamaste tu droga y mordiste mis hombros con paranoia animal. Si me alejaba siquiera un poco me rasguñabas la espalda, te ponías irritable y enfurecías de repente como el mar en invierno. Exigías cada noche sobredosis de mí, querías cariño opiáceo y estimulante. Y yo te amé sin tregua y vengué abstinencias entre tus piernas.


Quizás entre tanto delirio fue que te perdí. Sin embargo todavía recuerdo aquellas noches interminables. En trance galopabas sobre mí, con tus pupilas dilatadas, dócilmente dependiente e intoxicada de deseo. En tu eufórica taquicardia me inyectabas a ti como anestesia, y te fumabas mi amor lo que duraban nuestros cuerpos en estallar. Sobre mi pecho sudoroso resplandecían por instantes las cenizas aún chispeantes. ¡Cuánto amor...!


Y sin embargo, todo fue diferente aquella tarde. En el instante del clímax desperté del letargo adictivo al que me arrastraste, y asustado miré cómo se nublaba de repente tu mirada y desaparecías por un instante del espacio y del tiempo sin necesidad de mí. Se que supiste que me perdías al verme dubitar y temerosa de volverte viento buscaste mis trémulas manos para que te sostuviera de cada seno. ¡Pero no mi amor, no te pude retener!


En el magno silencio que aconteció a mi fracaso, me estampaste un beso narcótico para rescatarme. Mas era ya demasiado tarde. Un ingrávido hilo de sangre brotó de mis labios al contacto con los tuyos y se deshizo en el aire en un torbellino violáceo. Y comprendí. Supe que mi amor por ti era vano y ante esta verdad, tu imagen empezó a borrarse en el aire. Porque te quise libre de mi, te dejé ir. Y me refugié en mi soledad.

Intentando ordenar mi confusión, caí en coma, inerte sobre nuestra cama ya carente de ti, con el pecho abierto y en mi mano izquierda el corazón aún palpitante. Y al empezar a olvidarte, de mi cavidad toráxica huyeron buques fantasmas navegando un rastro de humo.

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