noviembre 11, 2006

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Respiro un viento frío, las gotas heladas que caen del cielo mojan mi ropa y a la vez lavan mis culpas como el agua bautismal. Los pensamientos danzan dentro de mi cabeza a mil por hora, no me dejan mejor opción que estrellar mi cabeza contra el suelo, azotarme para poder sentir el dolor en vez de estos malditos pensamientos. No quiero, no debo sentirme así, quiero poder irme lejos de aquí, sentir el viento entre mis manos, alzar el vuelo y no regresar jamás.

La noche cae a plomo y mis ganas de estar contigo parecen estar ganándole a la razón. Soy una enrarecida mezcla de pasión, deseo y apatía. Al borde de la linea deserto de la idea de tenerte a mi lado para siempre, no quiero que sea así o al menos no en este momento.

Las horas pasan y el alba comienza a despuntar. Sentado frente al sol sin nada más que mi razón y mis sentimientos intento volar pero lo único que consigo es hundirme, arrastrarme lastimosamente por los más bajos suelos, raspo contra el suelo y mis ansias crecen cada vez que miro al cielo. Derrotado al fin, escupo al cielo y maldigo mi estúpida condición. Llegado el momento he buscado respuestas en la Iglesia y lo único que encuentro son mentiras, los libros también son un tanto eso, pero más herejías que soluciones, estoy enfermo de vida. Alguien me ha contagiado de la vida y no tengo la cura. A diario me cuestiono si cada día que pasa es un tren que no va a ningún lugar. Soy un estúpido por seguir tus pasos, pero peor aún por querer creer en ti. Mejor optaré por saldar mis deudas con la cama y trataré de dormir para poder abordar el siguiente tren…

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