septiembre 04, 2006

EL ÍMPETU COBARDE


Adonde huyó aquella fuerza grandiosa, ese ánimo rebelde e inquieto de enfrentarse a todo el mundo si fuese necesario, esa fe que me hacía capaz de saltar del monte más alto, con la seguridad de que porque tú nunca me querrías ver caer, por la gracia de tu amor me saldrían alas blancas como tu cuerpo desnudo, y surcaría el cielo azul, sobre paisajes infinitos.

Adónde se habrán ido todas las estrellas que miramos juntos, hoy la noche se me hace tan desconocida. Apenas reconozco estas manos vacías. Los días carecen del ímpetu que sólo tú sabías darme. Las mariposas se han ido todas de mis hombros, y en mis ojos sólo me queda un borroso atardecer nublado. Tanta desolación.

Sobran las palabras para explicarte este cansancio. Ya no tengo las ganas de seguir, ya no quiero volver a jugar al amor. Fracasé. Mis sueños, a veces demasiado grandes, me tendieron la trampa y esta vez no sobreviví a las heridas. Sólo soy un fantasma del que quise ser, del que me creí.

La primavera estuvo tan cerca, que a veces podía oler las flores que aun no habían nacido, mas simplemente no terminó de llegar nunca aquel calor que esperé todo este tiempo. De nada valió la búsqueda y la ilusión. El mundo se invirtió, la sed de aventura se acabó a mitad de camino.

Es muy tarde ya para contarte todas las cosas que alguna vez imaginé para los dos. No tendrías amor para entenderlas.

Ahora vas por el mundo convencida de tu libertad, sin temor al abandono, sin saber con certeza el por qué, pero sintiéndote inexplicablemente satisfecha. Y yo sé, que si saltase hoy de la orilla del universo, ya no estarás para salvarme.

Pero tienes que saber, si te consuela, que ya no lloro ni siquiera. Y no es por orgullo, ni por ninguna otra detestable hipocresía humana. Te amo aún como un mal hábito incorregible, más esta decepción ha sido tan grande, que se me ha agotado hasta la melancolía. Estoy abatido, y en mi serenidad contemplo como siguen cayendo sobre mis pies, sueños marchitos como hojas de otoño.

Y sé, que lo único que te puedo contar hoy que escucharías de verdad, es que estoy aprendiendo de ti, a vivir mi nuevo yo, poco a poco con la indiferencia que me has mostrado. Después de todo, supongo que en este mundo, haber perdido las alas y el norte, no puede significar mayor cosa. Sólo es un caso más de la cruda realidad.

No hay comentarios.: