septiembre 13, 2006

PROFETA DEL OLVIDO


Sobre un león alado bajaré del planeta rojo en que me abandonaste y vendré con los ojos vendados y una balanza rota a reclamarte verdades. Te sorprenderé soñando con paisajes de primaveras nuevas, aparentando inocencia mientras una penitente estela de besos míos aún resplandece pudorosa en tu frente.

Mi voz de látigo y trueno bastará para que despiertes y te arrodilles sobre las cenizas del fuego que apagaste. Y al pedirme perdón con una mueca de tardía inocencia, un niño sin ojos se abrirá paso desde tu vientre inerte y poseído de ternura huirá conmigo, vomitando tu sangre, desde el cielo, sobre los vastos campos de trigo que alguna vez nos deslumbraron, hasta inundar de lodo y espuma roja cada feudo donde te amé.

Al fondo del horizonte verás atardecer una lágrima gigantesca que hace mucho lloré por ti. Violines invisibles tocarán fúnebres marchas. Y mis manos que entonces cubrieron de seda tus pechos, serán nubes negras cerrándote los párpados.

Un grito de parto será la premonición de tu ocaso. Una mujer que no eres tú, vestida de sol y luna, y coronada la frente con doce estrellas, marcará un nuevo camino con su mirada de rayo y su abrazo limpio. Y mientras tú permanecerás inconmovible en tus silencios, ella que nada teme, me dará un hijo perfumado en mirra. Entonces los relojes se detendrán y no habrá luz ni oscuridad, y sucumbiré hacia el futuro sin mirar ya nunca atrás.

Y porque mi vida escapa de ti sin necesidad del olvido, me soñarás silueta perdida en un cuadro impresionista sin terminar. Y llorarás de repente al darte cuenta que yo que te amé más que nadie, ya estoy muy lejos y a pesar de ello o quizás por ello, las arañas en tu ombligo ya nunca dejarán de tejer mi nombre.

Y así, al caer la noche en esta profecía, tus ojos brillando en la nada, sorprenderán a un anciano de ojos marinos sentado en una barca, conversando con Cioran sobre las tristezas más tristes que jamás morirán.

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