Otra noche solo, otra noche más, sin un alma en pena en la calle, sin un amigo en quién confiar…
Las sombras danzan bajo la luz de aquel farol que sirvió de testigo durante tu estancia aquí; en mi corazón mañanero aún se dibujan dos siluetas, la tuya, la mía, sudando gota a gota el amor que nos tuvimos, el amor que te tengo.
Las pasiones eran insuficientes para saciar tan tremendo ímpetu y llegar a desbordar nuestras almas encendidas. Nuestros cuerpos se mecían al ritmo del vaivén de las olas. La luna se colaba por entre las cortinas que se bañaban dichosas en la brisa marina.
No sé si estoy matando mis sueños al correr desnudo tras de ti, con el pecho abierto, con el corazón sediento de la sangre que te llevaste, a corazón abierto mis sentimientos gritan que no soportan tu partida. Que si tan sólo les regalases un poco de ti, un pedazo de trapo o una simple mirada bastarían para cesar toda esta revolución por ti, por tus cabellos, por tu desprecio vespertino…
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