abril 17, 2006

XXXI

No sé si recuerdas las noches enteras en las que rendíamos tributo a Eros a la sombra del tiempo. Ignoro si aún mis manos siguen marcadas en tu espalda, desconozco si mi olor aún persiste en tu piel, la duda me avasalla cada vez que me pregunto si yo sigo entre tus piernas. A veces quisiera correr tras de ti y suplicarte un poco de eso que teníamos y que más no volverá,

En las noches procuro no pensar en tus piernas tan llenas de sabor y textura sutil que es digna de sentirse y apretarse, de tocarse y devorarse. Procuro no pensar en tus senos, dulces caramelos, juguetes extremos y productores de deseos salvajes y arrebatos sin freno. Extraño tu cintura, tu carne, tus desprecios y esos golpes tan certeros que mataban mis anhelos.

Añoro el día que vuelvas y pueda hablarle al oído a tu entrepierna, ardiente, jugosa, degustable, serena e intensa. Quiero ver una vez más tus alas abiertas en su totalidad esperando por mi néctar dador de vida, por mi furia cadenciosa y mi incesante deseo de tenerte, de fundirme en uno solo contigo, de arrancarte las ganas de ser de alguien, aunque sepa que no piensas en mí y tus gemidos sean producto de un autómata capaz de recibir y no dar ni una miseria a los perros hambrientos.

Necesito sentir tus entrañas ardientes, jugosas, húmedas y veneradas, poder darte toda una vida y escurrir por tu piel hasta morir en las sábanas mojadas. Quiero verte empuñar el arma homicida una vez más…

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