abril 27, 2006

SOBRE LOS RECUERDOS...

Cuando te amé quise ver el mundo contigo. Llegué a creer que el amor que sentía por ti era como un lente invisible que me permitía descubrir los detalles insospechados que los demás, pobres insulsos no podían ver. Imaginaba entonces nuestro futuro como persiguiendo un hilo de luz dentro de un calidoscopio infinito. ¡Era una sucesión de sueños multicolores! Aquél nuestro amor era un perenne arcoiris desbordando magia. Por ejemplo recuerdo que pensando en ti, de repente podía pasar que ya no existíamos en este presente bochornoso sino que era yo un cuerpo hecho nube blanca y tu una cara de ángel cubierta de besos en un ingrávido universo paralelo y qué va!... la fantasía me daba hasta para sorprenderme de mi increíble condición física, corriendo contigo de la mano como un campeón olímpico por las calles de Tokio buscando un McDonalds mientras los japoneses envidiosos nos tomaban fotos detrás de los Nissans y Toyotas, o nos imaginaba, así de la nada, perdidos entre los edificios de Londres como dos tontos sólo por ahorrarnos el pasaje del metro; otras veces éramos tú y yo seres sobrehumanos tirando boronas de pan a la gente hecha hormigas desde la Torre Eiffel. ¡Cuán creativa era aquella jovial ilusión! ¡Y cuán hermoso el crisol de emociones que era tu rostro!


Oh aquéllos días, cómo parecían nunca terminar. En retrospectiva me es fácil reconocer que aunque tú pocas veces estuviste dispuesta a matar por mi, yo moría día a día por ti. No dudo que fue el gran amor. Sin embargo, Dios tiró sus dados y perdimos. Hoy que ya no nos amamos, en ciertas tardes me da por recordar aquéllos tiempos cuando nos amábamos. Y no creas; yo no olvido. Yo no olvido por ejemplo, que cuando nos amábamos nos instalamos sensores en el corazón y en el cielo mandamos a orbitar sobre
la Tierra un satélite que conectaba nuestras emociones. Tengo aún presente cómo en distancias insalvables, cuando nos amábamos nos salían tentáculos que se extendían sobre cualquier frontera y nos volvíamos pulpos gigantes entrelazados. Hoy que yo no me muero por ti y tú mucho menos matarías por mi, no te imaginas, cómo presiento a veces, en mi ternura, que tu alma y la mía aún corretean praderas eternas, persiguiendo mariposas en sendos trajes de niño.

No hay comentarios.: