diciembre 11, 2006

OTRO INVIERNO CRUDO...

Este invierno ventoso y húmedo descubro repentino, que un fugaz silencio me adorna el frío de tu ausencia con lentejuelas brillantes y suntuosas como aquellas semillas de luz que sembramos un día en el jardín secreto de nuestro idilio.

Un niño huérfano convertido en ave alza vuelo y canta. Hoy sin quererlo yo, ha amanecido el cielo gris, de nieve contenido, y mis pupilas se me han nublado con un resplandor de magia. Una sola lágrima azul ha alborotado las cenizas durmientes del Fénix que asesinaste aquella tarde con tus blancas manos de amante.

La melancolía matutina de este día de sombras ha despertado antes que yo, y a ojos ciegos va persiguiendo tu ombligo, haciendo tumbos en cada recoveco de tu cuerpo desnudo y silencioso como una nube perdida. Tu espalda, perenne y efímera en mí recuerdo, cansada de llevar encima un universo entero, yace tendida de medio lado como herida de muerte por la tenaz espada del tiempo.

Esta mañana fría, un duende azul ha renacido y abriendo un hoyo sangrante en mi pecho va viajando por el ancho mundo sostenido de una hoja muerta que resume nuestra historia. Ahí va; sobrevolando sereno todos aquellos paisajes olvidados, impulsado por el diáfano viento que liberó el triste recuerdo de tus ojos que tantas noches insomnes reventaron en ráfagas tempestuosas de llanto.

Tu voz ha bastado para cubrir de escarcha luminosa el vidrio de la ventana de mi pecho. Naufrago a la deriva entre mis cansados sesos es tu recuerdo malherido y doliente. Mis manos se me han vuelto las sombras de encorvados ancianos convalecientes, y como veleros arrepentidos, de esos que navegan malditos en viejas leyendas de puerto, van danzando en delirio entre delfines muertos en medio del oleaje de otro Diciembre sin motivo.

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