diciembre 21, 2006

EL TERRERO 2006

El pasado domingo mientras los demás dormían, tres idiotas se preparaban para lo que sería un día cargado de emociones y una aventura totalmente fuera de borda. Corrían las 6:45 AM y Neri y yo nos encontrábamos en el primer punto reunión para dirigirnos a la casa de Mesina, llegamos y subimos las bicicletas y el equipo a su camioneta y emprendimos el camino hacia Soriana, que es el punto donde quedaron de verse los que se supone iban a acampar allá arriba, en El Terrero.

Llegamos, estacionamos y de inmediato Javier, el dizque encargado, nos puso cara de fuchi y de inmediato nos quiso enjaretar los garrafones y algunas otras cosas para que las subiéramos en la camioneta pero se la peló, pues de inmediato le dijimos que no, que íbamos cuidando nuestras bicis, por lo que se enojó bastante.

Ahora nos encontrábamos ya en camino y subiendo hacía la reserva de la biosfera de la sierra de Manantlán. Llegamos a El Terrero y bajamos las bicis para dar un paseo introductoria de lo que sería el descenso de dicha sierra. Fuimos al “saco del queso” y pude ver venados y demás fauna corrosiva… sobre esto no hay mucho que contar, sólo que hacía mucho frío y estaba insoportable. Regresamos a donde dejamos la camioneta y nos preparamos apara comenzar a bajar… partimos.

Campo uno, todo bien, el frío golpeaba y calaba los huesos, el viento soplaba y silbaba en las ramas de los pinos. Los kilómetros transcurrían uno a uno así como los minutos que parecían no tener fin. La desviación a Lagunitas, maldición, que frío, el camino aún no comenzaba a escarparse tanto y el descenso aún no llegaba del todo. De pronto la cordillera de la sierra, los volcanes majestuosos de fondo durante el trayecto, algunos animales circulando en torno nuestro, los coyotes aullando en señal de nuestra intrusión en su territorio. Inevitable el tener que detenernos y contemplar la monumental y sorprendente vista, en mi vida había sido testigo de tan tremendo espectáculo, los sentidos estaban omnibulados y la razón entorpecida.

Continuamos con el descenso, ahora sí, el camino lleno de grava, piedras, baches, cunetas, saltos, tierra suelta y demás complicaciones nos comenzó a mermar, no obstante mantuvimos el paso impetuoso y la velocidad se podía sentir correr a través de nuestros neumáticos. Así corrieron los largos kilómetros hasta campo cuatro, ya bastante mermados y cansados no nos quedaba más que aguantar leña y seguir cuesta abajo en nuestras ya tres horas y media de recorrido. Por fin llegamos a la carretera y el cruce de Juluapan, los brazos derrotados, las piernas entumidas, el corazón agitado, los pulmones adoloridos y la piel reseca como muestra de la fría hazaña. Para variar Mesina no llegó por nosotros y tuvimos que pedir un aventón.

En total hicimos cuatro horas veintidós minutos de El Terrero hasta Juluapan, en verdad que es pesado y cansado el recorrido pero brinda la oportunidad de un acercamiento con lo que está a punto de desaparecer, el medio ambiente y su fauna. Gracias a los que estuvieron ese día ahí, Neri y Mesina, por confiar en mi y no dejarnos atrás nunca y saludos a las paletas de hielo, jajaja, ósea, los que acamparon y al gay de Javier por su tan chafa proyecto.

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