marzo 30, 2006

Te fuiste?

Desde que te fuiste, ya van contadas más de cien noches seguidas soñando contigo sueños incomprensibles, borrosos, tan insignificantes que se me ocurre por tierna paranoia, que un fantasmita de ti, me persigue con los brazos abiertos para llevarme a dormir a su cama. No me imagino lo que será de mí, si sigo así y en mil y una noches, aún no te tengo, para contarme cuentos, para cantarme, para acurrucar mi nostalgia en tu maternal infinito.

Desde que te fuiste, polvo soy, esparcido por esta gran ciudad. Temblorosas cenizas de incienso, revoloteando en todas las direcciones, un juego de pólvora invisible, haciéndose nada con el viento. Inútiles rastros de mirada perdida, que del cofre de tu pecho, has dejado libre. Por ti, partículas soy, que para evitar la prisión lamentable de estas carnes frías, se evaporan de cada poro, y se hacen cansada humedad en callejones silenciosos y fríos.

Desconoces acaso que construiste en mí, un mundo perfecto, donde cada tornillo, cada tuerca tenía un fin. No había nada en esta Tierra que no tuviera un significado preciso, que sobrara, que no existiese para mi. Ahora busco mi corazón en cada mancha en el asfalto, en cada hueco, debajo de cada piedra. Desde que no estás, el sentido, la astucia de mi instinto, la he perdido, se me ha empequeñecido. Ya no se como decirte que te extraño, que en verdad, yo a tí no te dejo de decir -te amo-.

Para no olvidarte, tu memoria se me ha vuelto inquieto colibrí y ha venido a hacer entre mis sesos su nido de ramitas y flores. Y a pesar de tantas astillas y >> de raíz <<>

Has abarcado tanto en mi cabeza, que tantas palabras tuyas se me empiezan a desbordar por los oídos y zigzaguean como hormigas por mi pecho, por mis brazos, por mi ombligo dormido. Mis pupilas intermitentes son luciérnagas después de la lluvia, bajo el rocío. En los charcos de lágrimas que son mis ojeras arrepentidas, viejitos fracasados aún intentan pescar para tí algún sueño desvanecido. Nada le puedo yo hacer, si confabula el universo para no olvidarte. Como esconderme de ti, cómo huir. Si al dar media vuelta, te encuentro de frente, todo el tiempo, cuidando mis pasos con parsimonia, recordándome cuánto he aprendido de mi mismo con cada nueva tarde, cuantos enigmas quedaron por revelar en nuestro camino, cuanto vale una esperanza, si es suficiente para continuar este delirio, este dulce martirio.

No me cierres la puerta de tu corazón, déjala sin candados, entreabierta, y yo sabré entrar cuando menos lo esperes para estar a tu lado cuando despiertes. Mientras yo te vea en la lejanía haciéndote una con el sol del atardecer, cómo cambiar, si te vas caminando sobre el mar, y a cada paso que das, una ola nace de tu tobillo de mármol y viene a reventarme aquí entre mis pies descalzos, una andanada de espuma tuya. Cómo ignorar, que si me anochece por dentro habré muerto, y seré para ti nada más como cualquier estatua griega en algún pálido museo.

Para mantener vivo el fuego, tus pechos como palomas siempre fieles, han venido a alimentarse de las migajas en mis labios. Mi sonrisa se me ha ido, caminando a paso lento, detrás de tus zapatos. Danzándote un vals, coqueteando con tu rastro. No sé cuando volverá, y si me traerá a su vuelta, de tu mente algún souvenir, alguna miniatura de ese monumento que es tu cuerpo, alguna fotocopia a colores de ese Miró que es tu carisma. Tengo calma y desespero, porque se que tan solo necesito una hora y nada más, una única hora a solas contigo, repartido en segundos infinitos, para conquistar tus rebeldes ojos de nuevo, para dejar vencido tu orgullo y tus motivos. Estoy tan seguro, que me río. Porque, quién te podrá seducir mejor que yo, con mi amor empedernido, y estas manos, niña, que jamás podrás dejar escondidas en el olvido.

No hay comentarios.: