marzo 20, 2006

RECUERDOS...

Hoy leyendo cosas nuestras, encontré una vieja carta...

Este cuarto donde vivo sin tus visitas, es como un manicomio para una sola persona, como un cráter en la luna, como el estómago olvidado de un muerto de hambre. Falta tanto de tu encanto aquí en esta cueva, en esta casa, que no lo es por convicción, sino por costumbre. Para avivar el fuego, no están tus senos. Y no tengo ese ardor que quema entre tus piernas. Pero flota como el ligero humo de un incienso, tu recuerdo. Y me incendia vivo, este deseo.

Definitivamente hace falta, si, tu presencia femenina que hace que todo adquiera una tonalidad distinta, que mis cosas adquieran vida y empiecen a hablarme, contándome historias. Otros dirán que hace falta un florero, una planta, cambiar el color de las cortinas, pintar las paredes. Pero lo que falta es tu mirada, iluminando mi mundo como un amanecer que no acaba, a esta silla y a esta mesa le hacen falta tus palabras como sortilegios. Todo es medio muerto aquí, mi cama que contigo es como el lomo de un potro salvaje, hoy yace inerte.

Y el aire es aire nada más, no es como ese oxígeno salpicado de luciérnagas que se respira cuando yacemos acostados en nuestra cama, después de amarnos como felinos rabiosos. No hay esas estrellas titilantes que nacen donde pones tus manos, solo quedan algunas dormidas sobre mi pecho, esparcidas como testimonios. Es una luminosa estela que baja hasta adornar la huella de tus labios delirantes, que danzaban aquella tarde un vals en mi sexo.

Pero pronto sacaré de la esquina lejana y olvidada, mi maleta empolvada de buenos tiempos. Y dejaré este lugar bajo llave y en suspenso. Tendré de nuevo un cuarto cerca de ti, en mi vieja casa, donde vendrás cada día a darme vida con tus besos, donde dibujaré mi sombra vivaz sobre el lienzo de tu blanco cuerpo. Mi mano será un cisne suicida bajando por tu espalda.

Comeremos besos. Tu boca será pan caído del cielo. Y mis labios agua. Y tu sonrisa de siempre, me hará levitar de nuevo, como una nube de verano, en nuestra habitación a media luz. Y cuando tengas miedo de que sea tan solo un sueño, tú tomarás mi mano como un ancla, y aterrizaré seguro con una de mis caricias, en el refugio acogedor que es tu desnudez.

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