enero 12, 2009

YA NO...


Caminando la otra noche, caminando sin pensar en ti te he encontrado y como si se tratara de algún arte de magia mis ojos no pudieron evitar los tuyos.


Mi corazón corría tan aprisa como mi ronco pecho se lo permitía, apenas pude decir hola y tus labios ya se encontraban sobre los míos. Imágenes, sonidos, aromas, sensaciones, palabras danzaban en mi aturdida mente confundiéndola aún más. La suave y cálida textura de tus manos me recordaba todo un universo de noches bajo la luna. Tu pecho contra el mío me permitió sentir tu ardiente corazón latiendo como uno solo junto al mío.


Al sentirme entre tus brazos mis piernas declinaron a favor tuyo. Mi alma emprendió el viaje a tu lado. Sentí el calor de tu regazo, el dulce aroma de tu cabello y la inconfundible sensación de calidez de tu persona.

Acercaste tus labios a mi oído y susurraste, regalándome con la más bella melodía, tu voz; lo que yo quería y necesitaba saber para no partir de este mundo.


--“Tengo la piel congelada...
Me dueles, ardes...no estás... quizás nunca estés.
No entiendo, no hables, nadie es culpable... Perdóname en silencio... que yo te perdono con el mismo silencio...”—
No necesité más palabras, lo había escuchado todo. No insistí y me limité a cerrar el tan “esperado” encuentro con un suave y tierno beso de esos que se dan cuando sabes que nunca volverás a ver a una persona y susurré de frente a ti: -ya no tiñes mis días de fatal melancolía-

Te dije hasta pronto, solté amarras y partí hacia aguas más tranquilas y cálidas, a un puerto más seguro.

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