octubre 12, 2008

UNAMUNO


Hoy que decidí quedarme en casa, opté por lavar ropa y ordenar un poco mi habitación. Deseché un buen de cosas, discos, en su mayoría música antigua, de la que ya no escucho.


También me di a la tarea de ordenar mis libros. Y sorpresa!!! Entre ellos salió uno que me parece una verdadera joya y que me llena de jubilo y cada vez que recorro sus páginas me llena de satisfacción y me agrada cada vez más. Hablo “Del Sentimiento Trágico de la Vida” de Miguel de Unamuno. Este libro es pilar en mi concepción del humano y su situación en el planeta. Me resulta bastante completo y aunque sea tremendamente “mochilón” y religioso, no hay mejor exponente de los sentimientos. Va del amor al odio, de la necesidad de trascendencia hasta la muerte y pasa por la razón misma. Es una obra 100% recomendable y he decidido releerlo por novena vez.


Deseo sacar mi exposición para el examen del SCAN (Sistema de Capacitadores de Acción Nacional) de dicha obra, mi tema sería pues, ¿Qué es el hombre? A lo cual le seguiría una defensa del cambio de tesis, pues tal cuestionamiento se encuentra resuelto. La Ciencia lo ha dejado claro, sabemos al día de hoy lo que somos. Mero bulto lleno de vísceras que en autonomía logramos nacer, desarrollarnos, reproduciros y morir. Ahora bien, la exposición hablará acerca de por qué dejar de lado esa premisa y tomar la bandera de lo que significa ser hombre.

De lo que nos hace Ser, aquello que nos dicta pensar, actuar y sentir. Es por eso que intento flanquear esta propuesta desde el “Sentimiento Trágico”. Este sería pues, el camino a seguir para darnos cuenta de que existimos y por ende, interrogarnos acerca de lo que somos y después, que significa ser lo que somos.
Algunos poemas de Unamuno
El cuerpo canta

El cuerpo canta;
la sangre aúlla;
la tierra charla;
la mar murmura;
el cielo calla
y el hombre escucha.
La oración del ateo

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes, y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas sin consuelo de engaño.
No resistes a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes. Cuando
Tú de mi mente más te alejas, más recuerdo las plácidas consejas con que mi ama endulzóme noches tristes. ¡Qué grande eres, mi Dios!
Eres tan grande que no eres sino Idea; es muy angosta la realidad por mucho que se expande para abarcarte.
Sufro yo a tu costa, Dios no existente, pues si Tú existieras existiría yo también de veras.

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