En mi pequeña caja de cartón donde guardo los recuerdos de batallas amorosas pasadas encuentro una fotografía. Un tanto opaca, incrustada de manchas, siluetas de gotas resaltan. Me niego a aceptar que son siluetas de lágrimas, no quiero pensar en eso pero irremediablemente al mirarlas de cerca me doy cuenta que llevan mi cara y un pedazo de mi a cuestas. Ahora sería una cobardía negarlas.
A veces siento curiosidad por saber qué pensaste el día que despertaste y no me encontraste, sólo aquella nota te hacía compañia.
-¿En verdad sentiste mi partida?-
Creo que el tiempo lo dirá o tal vez ya lo hizo y me tomó por sorpresa y no supe entenderlo. Quizá simplemente aquella mañana despertaste y al notar mi ausencia y leer mi nota, volviste a dormir tranquila, con la seguridad y la certeza que albergaban aquellas palabras:
-"Desde este mismo instante seremos dos extraños por estos pocos días, quién sabe cuantos años... yo seré en tu recuerdo un libro prohibído, uno de esos que nadie confiesa haber leído. Y así mañana, al vernos en la calle, al ocaso, tú bajarás los ojos y apretarás el paso, y yo, discretamente, me cambiaré de acera, o encenderé un cigarro como si no te viera..."-
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