diciembre 09, 2008

AH DICIEMBRE... CRUEL VERDUGO!!!


Desde tu partida no encuentro sendero seguro, mar tranquilo o montaña pasiva, todos mis pasos salieron tras de ti. Pasan ya los días de frio, llenos de hastío. Llenos de cólera.
Dice mi terapeuta que presento desorden bipolar, que gracias a tu apatía mi vida se quedó vacía. Sin corazón y sin valía.


Putrefacta mi alma se mira en el viejo espejo que olvidaste aquel día de tu cruel partida. El gato azul que debajo de mí vivía ha huido con su nueva compañera: esperanza creo que se llamaba.
En ciertas noches cercanas a tu partida, se sentaba en mi regazo, palabras decía; mi corazón aún dormía a la sombra de tu tierno abrazo. Cobijado entre tus piernas el mundo no dolía, todo era como en el vientre tibio de mi madre. Lejano y a la vez cercano.


Hondas planicies recorría confiado en no esperar este día. Agitado, corriendo entre la brisa matutina, con los ojos llenos de jubilo. Los pies enlodados de marchar a alguna parte, sin destino ni rumbo claro, pero al fin marchando.

Valles, senderos y colinas. Dunas, mazmorras y ataduras. Preso, indefenso y confundido. Lágrimas, sopor y alegría. Paciente, al acecho, con incertidumbre pero al fin y al cabo consciente de tu intención de correr más y más lejos. Tan lejos como se pueda llegar.

Ideas, pensamientos sin sentido, corroídos de apetito, dulces sinfonías. Al unísono repican las campanas que anuncian tu enlace y con ello tu ausencia.

Doncellas brincan, bailan impávidas, incesantes, llenas de alegría no identifican mi agonía. Tomo el arma, la pongo sobre mi frente, puedo oler el metal. Mis manos no pretenden dudar, mi mente no desea saber más. Los sentimientos pasan a ser los gobernantes. –Dispara- arráncame la vida.

Mi madre, el cielo azul, risas, agua, mares, lagos, el verde de los arboles, el dulce aroma de las rosas matutinas, tu piel, tus piernas, tus sagradas alas, ese aroma, tanjarina, SIRENAS, el cielo se torna rojo, ¡¿dónde estoy?¡, canciones que recuerdan lugares suenan para mi.

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