Ponte el saco, amiga, amante mía…
Mujer silenciosa, que en el momento del clímax te deshiciste en humedad y dejaste tus piernas abiertas ante mí como dilemas sin respuesta.
Mujer prohibida que viniste a recordarme que la cama no es para dormir sino para la carne y por ello te regalaste a mí.
Mujer sin preguntas, mujer sin dueño y a la deriva, que una tarde cualquiera saliste a pescar miradas en altamar y en la niebla varaste náufraga en un muelle fantasma entre mi ilusión perdida y mi realidad.
Mujer que no puedes existir a mi lado más que desnuda y en secreto. Mujer aventurera, que sin guerras ni palabras de fidelidad colonizaste un feudo encantado entre el sueño amado y mi presente certero. Mujer que a pesar de su entrega, en mi pecho jamás tendrá cabida.
Mujer que no puedo amar porque en un espejo olvidé la sonrisa, perdóname. Mujer condenada a serlo todo en un instante y luego nada, cuanto lo siento, pero has llegado demasiado tarde. Por ello sólo vete, que de nada te valdrá prender el fuego sobre cenizas de pasiones antiguas. Dame la espalda y ve sin miedo mujer indomada, con los senos erguidos aunque yo jamás te siga.
Vaga por el mundo con mi último beso en tu mejilla, y no mires atrás.
Porque fuiste viento al llegar a mí, recorre ciudades, despeina hombres, deshoja flores. Tu libertad no merece mi apatía. Para que no te canses de sobrevolar el mar, no te dejo en tu espalda ninguna carga, a manera de cortesía sólo te dejo una veraniega silla plegable, para que de cuando en cuando te sientes a descansar, contemplando atardeceres fugaces a la orilla de alguna isla.
¡Oh mujer inocente, amor de un solo día!
¡Olvídame pronto, aunque no tengas prisa!
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